Esta vez la diferencia era demasiado grande. Un pueblo heroico, soñador, de 754 habitantes, la localidad más pequeña que ha participado jamás en la Copa del Rey, y con más de 400 socios orgullosos de sus jugadores. El Becerril se merecía una noche así, con un duelo a vida o muerte ante la Real, uno de los nueve campeones de Liga y vencedor de dos ediciones del torneo. Fue bonito mientras duró, pero este año los de Imanol aspiran a hacer algo grande en la competición y no estaban para tonterías. Su proyecto no parece entender de fracasos sonoros que ponen en peligro los horizontes de grandeza que ha generado en este primer tercio del curso. "A ilusión y pasión no nos ganan", dijo Imanol la víspera. Se supone que se refería a toda la competición. La Real fue un rodillo, no tuvo piedad y, guiados por el genio de los amistosos, el mago Januzaj, acabó goleando a unos palentinos que resistieron como la aldea de Asterix hasta que reventaron.

Imanol Alguacil solo alineó a uno de los realistas que jugó de salida ante el Barcelona. Igor Zubeldia, quien además actuó en su posición natural, de mediocentro, al contrario que el sábado, cuando formó pareja en el eje de la zaga junto a Diego Llorente. A pesar de los muchos cambios, el once era reconocible en lo que supone la mayor demostración de lo que ha subido el listón de la competitividad del plantel, con dos futbolistas de similar nivel por puesto. Si se compara, por ejemplo, con el equipo que se impuso 3-1 al Madrid en Anoeta el pasado mes de mayo, en Palencia salían cinco de los titulares de aquella tarde: Aihen, Zubeldia, Rubén Pardo, Barrenetxea y Willian José. Luego, en la segunda parte, Januzaj también tuvo minutos.

El técnico defendió con vehemencia que se tomaba tan en serio este encuentro como el que les enfrentó a Messi y compañía, y poco se le puede discutir, si se entiende, como es lógico, que iba a rotar a su plantilla. Las grandes novedades fueron los estrenos de Sagnan y de Pardo. El riojano, que ejerció de capitán por veteranía, algo que pone en evidencia el trato que se le está dispensando en esta campaña en la que está apartado en la Liga, formó en el centro del campo después de no haber entrado en ninguna lista en cinco meses. Por muy bien que lo hiciera, la decisión está tomada y consumirá el medio año que le queda para salir libre de la Real. Mientras que si Sagnan, el fichaje más controvertido hasta la fecha para esta campaña al haber costado cuatro millones y no haber disputado aún ningún minuto por estar demasiado verde, no jugaba ayer ante un Tercera División, la cosa iba a comenzar a adquirir tintes dramáticos. Incluso yendo al otro extremo, si la dirección deportiva considera que necesita curtirse en un Segunda, al menos necesitaba contar con alguna oportunidad para que los distintos espías de los clubes le tuvieran mínimamente controlado.

Por cierto, cuando Imanol recurrió a la supuesta unidad B, la Real saltó al campo con siete canteranos, una cifra a la que no se suele acercar en las alineaciones que está presentando en lo que llevamos de Liga. Un dato significativo también.

La tormenta que procedía del Atlántico y que avanzaba metros hacia la cornisa cantábrica llegó por la tarde a Palencia. Y se notó. Mucho frío y lluvia, que condicionó el estado del terreno de juego de la Nueva Balastera, que, pese a todas las condiciones adversas, aguantó bien.

El Becerril hizo una cosa muy bien desde el comienzo. Supo controlar los nervios que conlleva la enorme repercusión que ha tenido en los medios ser la localidad más pequeña que ha participado en la historia de la Copa y demostró tener muy claras sus limitaciones y de qué iban a depender sus escasas posibilidades. Aguantar atrás, con las líneas muy juntas, y esperar a cazar alguna contra o una acción de estrategia, sobre todo en los saques de banda largos de Sierra, para intentar aprovechar el poco peligro que iban a crear.

Lo cierto es que el dominio de la Real desde el primer minuto fue total y absoluto y la llegada del gol pareció en todo momento una mera cuestión de tiempo. Los blanquiazules volcaron su juego por el flanco derecho, en el que, a pesar de que comenzó Barrentxea, no tardó en adueñarse de la zona un Januzaj con ganas de sacar conejos de la chistera y a la caza del caño desde su primera intervención. Antes de que Le Normand abriera la lata, los blanquiazules dispusieron de nueve opciones de peligro. Barrenetxea de cabeza y en otra que no atinó con la meta vacía; Sagnan, en dos ocasiones con la testa; Januzaj, pese a ofrecer la sensación de ir andando, también probó suerte con dos disparos; William, en un rechace; y un penalti no pitado a Sangalli, que, a decir verdad, pareció flagrante con Melero a dos metros de la jugada. El tanto llegó en el séptimo córner, que aprovechó Le Normand a la segunda. Antes del descanso, Januzaj amagó y por fin le hizo el caño a Quique antes de marcar con la zurda. Un Quique que lanzó dos buenos chuts que asustaron a Moyá.

En la reanudación sucedió lo peor para los locales, ya que cuando todavía no se había cumplido el minuto, Barrenetxea firmó un jugadón por la izquierda y el centro final de Isak lo empujó a la red Januzaj. A partir de ahí fueron llegando los goles de los donostiarras ante unos palentinos abatidos y muy cansados. Pardo, que lo necesitaba, casi anotó el 0-4 al rematar al poste, un minuto antes de que viera puerta con un disparo cruzado. Januzaj limpió las telarañas en una falta increíble; e Isak, a la quinta, con penalti fallado incluido, firmó el 0-6. Barrenetxea, en un centro-chut que dejó pasar Portu; e Isak, al aprovechar un rechace, lograron el 0-7 y el 0-8 definitivo.

Podían haber dejado algún gol para Pamplona, era el comentario más repetido entre los realistas. No hay mejor manera para respetar la Copa y a un adversario de Tercera que tratarle y plantarle cara de la misma forma que se hiciera contra todo un Primera. Aunque duela, porque la realidad a veces es cruel. Por cierto, en este formato del torneo, con tanta diferencia, debería respetarse que se jugase en los modestos campos de los equipos de menor categoría. Con todas las consecuencias. La Real le mordió como un vampiro y ahora pretende proyectar la enorme ilusión del Becerril para cumplir su propio sueño copero.