El navarro Pedro Miguel Etxenike (Isaba, 1950) fue el encargado de abrir la Semana del pensamiento de Civican disertando sobre el progreso socioeconómico.

Vivimos un momento pesimista, tras una pandemia y en medio de una guerra. De impotencia.

No, impotencia sería admitir la derrota. Póngase usted por ejemplo en la situación de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, después de Hiroshima, y sin embargo Europa salió adelante y la segunda mitad del siglo XX es el triunfo de la ciencia y de la tecnología y la aplicación del conocimiento a reducir la dependencia al medio natural o el sufrimiento y a mejorar la vida. Con todas las contradicciones, a la vez que se crean grandes problemas. Desde 1980 1.900 millones de personas estaban en pobreza extrema, sobre una población de 4.500. Hoy son 700, 100 debido a la pandemia y la guerra de Ucrania, pero son muchos menos. Otra cosa es que con los medios que tenemos sea inaceptable éticamente. Ahora la situación es difícil, compleja, las soluciones pueden ser no tan sencillas como en el pasado, pero tenemos los medios materiales y conceptuales para tirar adelante. Hace falta no solo ciencia y tecnología, sino otras ramas de las humanidades, y lo digo así porque la ciencia también es parte del humanismo moderno. Hace falta una economía basada en el conocimiento; ciencia con conciencia.

¿Hay menos capacidad de afrontar el sufrimiento por la idea que existía de un progreso lineal?

–Es posible que hayamos dado por sentado algunos logros, incluso la democracia, y no hayamos sido conscientes de que hasta mantener lo que hemos logrado exige vigilancia, actitudes democráticas, comportamientos que hay que trabajar. Pero no soy partidario de caer en un pesimismo antropológico. Yo creo que de la pandemia hemos salido peor, sobre todo los sectores desfavorecidos han salido más perjudicados, pero también hemos aprendido mucho y tenemos los instrumentos para salir adelante. Cualquier tiempo pasado no fue mejor. ¿Seremos capaces de mantener los niveles de prosperidad que hemos tenido nosotros para nuestros hijos? Tenemos los medios. ¿Sabremos hacerlo? No lo sé.

Vivimos en un planeta finito para una población que no deja de crecer en número y en consumo.

–Las predicciones catastrofistas no se han mostrado ciertas. Confío en el crecimiento de la educación. La ciencia y la tecnología tienen los medios adecuados para producir energía, agua, alimentos y materiales. El problema es que al menos ahora es muy difícil de escapar de los combustibles fósiles. Los cuatro materiales que más se producen en el mundo son cementos, aceros, plásticos y fertilizantes. Necesitamos sabiduría humana y política y visión justa de los fines de la vida. Yo soy optimista, porque el pesimismo es estéril, sobre todo en público.

El verano nos ha situado ante el cambio climático, a lo que se suma la crisis y la transición energética.

–De esto no sé suficiente. Parece que el calentamiento es un hecho. Algunas de las consecuencias no sé hasta qué punto están comprobadas. Y algunas de las soluciones que se proponen no son tan fáciles como algunos prevén. Si China y la India quieren legítimamente tener el mismo grado de consumo por persona que Estados Unidos, Canadá o nosotros, el problema puede agravarse. Lo que hay que hacer es un ecologismo científico. El principio de precaución debe usarse a su vez con precaución. Pero no quiero aparecer de ninguna manera como negacionista. Sociedades científicas muy respetadas han dado la alarma y debe ser atendida. El futuro no puede consistir en una explotación ilimitada de la naturaleza, sino en un conocimiento cada vez más profundo de cómo funciona, intentando aprender a hacer más usando menos.

¿Qué papel tiene el periodismo?

–Debe contribuir al logro de una sociedad científicamente informada, más culta y por lo tanto más libre de tomar las decisiones correctas que configurarán el futuro. Para eso hace falta que se incida en conocimientos básicos. explicar cómo la ciencia fomenta el pensamiento crítico y una actitud escéptica, que fomenta un mecanismo autocorrector de entender que la ciencia no ofrece soluciones absolutas, sino con el estado de un momento dado. También hay que incidir en las implicaciones sociales y políticas. Las decisiones las tienen que tomar los políticos, no pueden ir contra la ciencia, pero esta no determina una solución única, y los efectos colaterales deben ser tenidos en cuenta.

Usted fue consejero del primer Gobierno de Garaikoetxea en tiempos muy complicados.

–A los 29 años. Eran tiempos tremendos, con un paro del 27% y, sin embargo, invertimos en I+D. Protegimos lo máximo posible el ecologismo, y también otro ecologismo, el cultural, con el idioma vasco. Respetamos la libertad de enseñanza, creamos centros tecnológicos... yo estoy muy orgulloso de haber participado en aquel Gobierno de un gran lehendakari, que fijó los cimientos del autogobierno vasco en gran medida. Y de aquellos excelentes compañeros de Gobierno, pero creo también que la política debe ser un paso de ida y vuelta. Estoy contento y agradecido por haber estado y contento de haberme ido. ¿La política? Si nosotros no respetamos a una actividad de gente a la que encargamos articular nuestra convivencia, solidaridad y futuro, qué horizonte podemos tener? Es una actividad noble que no debe ser denostada. l