Bilbao - El Colectivo de Víctimas del Terrorismo, Covite, colocó ayer en Bilbao una placa en recuerdo a una víctima de ETA sin pedir autorización al Ayuntamiento, una acción que enmarcó en una campaña de “desobediencia” y de “desafío a las instituciones vascas”. Además, doce víctimas formaron una cadeneta para proteger al encargado de atornillar la placa en el Muelle de Marzana, lo que en sus propias palabras constituyó un “muro popular”, paradójicamente la misma estrategia y expresión que han utilizado los jóvenes de la izquierda abertzale para evitar las detenciones de presuntos miembros de Segi. “Si los poderes públicos no colocan placas de recuerdo donde se asesinó, lo haremos nosotros”, lanzó su presidenta, Consuelo Ordóñez.
Desde que ETA decretara su cese, determinadas asociaciones de víctimas han subido el tono. Se han opuesto a cualquier actualización de la ley al nuevo tiempo o a que se flexibilice la política aplicada a los presos. Cuando fue Europa quien obligó a derogar la doctrina Parot, arremetieron contra el Gobierno de Rajoy, quien vio cómo esos colectivos, otrora alineados con el PP y arietes contra la política del gabinete socialista de Zapatero, se volvían en contra de los populares para acercarse más a UPyD o Vox. Covite tuvo un duro enfrentamiento con la líder del PP de la CAV, Arantza Quiroga, con motivo del aniversario de la muerte de Gregorio Ordóñez, lo que llevó a algunos sectores a acusar al colectivo de haber sucumbido a la politización y haberse echado en brazos de UPyD. Incluso sufrió una fuga de 200 asociados que dejaron el colectivo. Covite, según se interpretó en aquel contexto, no pasaba por su mejor momento.
Pero ayer buscó su parcela con un acto que parece muy medido: colocó la placa en pleno domingo, un día de baja intensidad informativa y de poco pulso político, lo que impidió al Ayuntamiento de Bilbao pronunciarse al respecto. Este periódico se puso en contacto con la corporación local, que no quiso entrar en valoraciones. A nadie escapa que se trata de un tema sensible que requiere acuerdos, más allá de una declaración de urgencia sin hablarlo mínimamente antes con otros partidos. Todo apunta a que Covite intenta poner en apuros a los partidos. Aunque puedan compartir la idea de la memoria, se enfrentarían a sus críticas si quitaran la placa aludiendo a motivos legales o a que dejar la insignia abriría la espita para que cualquier otro grupo colocara otra sin permiso, incluso con fines o mensajes menos éticos. Si se mantiene la placa, Covite se anotará el tanto.
En cualquier caso, sí pudo llamar la atención que se decantara por arrancar su campaña en Bilbao, gobernado por el PNV, cuando en realidad centró sus críticas en Bildu por no cumplir una moción de Donostia que apostaba por recordar a las víctimas en los puntos de la localidad donde perdieron la vida. “Lleva desde abril haciendo caso omiso al acuerdo municipal. Si en quince días no empiezan a cumplir con esta demanda, seremos nosotros quienes colocaremos las placas”, avisó Ordóñez al alcalde donostiarra Juan Karlos Izagirre. En concreto, se refiere al mapa de la memoria aprobado en 2009, durante el Gobierno de Patxi López. La iniciativa consistía en promover espacios de recuerdo para las personas “injustamente asesinadas en cada localidad”. Una treintena de municipios ya tienen una placa o monolito, y celebran al menos actos de recuerdo. Precisamente en Bilbao, el pasado 4 de junio se colocó una placa en memoria del ertzaina Txema Agirre, un acto promovido por la comisaría de Deusto al que acudió el delegado de Seguridad del Ayuntamiento, Tomás del Hierro.
Covite colocó ayer la placa en recuerdo a María Luisa Sánchez Ortega, asesinada el 19 de febrero de 1987 cuando le alcanzó la explosión de una bomba en un concesionario de Renault. El atentado formaba parte de la campaña contra intereses franceses, pero terminó con la vida de María Luisa, que se encaminaba a su hogar tras haber acabado su jornada laboral como limpiadora. Su marido estaba enfermo y sus hijos en paro.