n maltrato, una sola agresión sexual a una mujer, en cualquier barrio o ciudad, en el momento en que se conoce, suele provocar una reacción pública significativa, porque esto no se puede tolerar ni una sola vez. Es verdad que no todo es exactamente igual, pero existen algunas connotaciones entre este tipo de situaciones, la prostitución y la trata de blancas, sin olvidar la pornografía y sus matices.

Parece claro ya que, cuando hablamos de agresiones sexuales, damos por supuesto que se trata de relaciones no consentidas, pero también sabemos las dificultades, y a veces el calvario, que sufren muchas mujeres no solamente por lo que representa el maltrato, la agresión o violación en el momento en el que se produce, sino por todo el contexto en el que se desarrolla y las tensas situaciones que han de vivir a la hora de presentar una denuncia, demostrar el hecho, recibir miradas, comentarios, pruebas, apoyo familiar y del entorno... porque además en esta cuestión los límites son tan sutiles que la misma justicia, que siempre tiene dificultades para acertar, aquí tiene aún mayores dificultades, y si algún tipo de legislación no lo facilita, tampoco la interpretación de algunos jueces. Con esto no negamos que hay casos concretos, muy minoritarios, en los que la víctima de un maltrato es masculina. Pero no hay duda de que existe un rechazo social inequívoco hacia la agresión sexual contra la mujer, a pesar de que algunos sectores aún lo intentan disfrazar desde su machismo exacerbado.

Mas, si la complejidad en la aplicación de la ley en la interpretación de este tipo de agresiones, a veces, es de alta intensidad, en la cuestión de la prostitución el asunto resulta aún más complejo para dilucidar. Hasta este momento, en el Estado español, la cuestión de la prostitución ha sido considerada como alegal y ahora se plantea su abolición. El caso es que hay entidades organizadas que militan para su abolición, mientras que hay otras, en torno a las llamadas trabajadoras del sexo, que piden un reconocimiento a sus derechos, y hay lugares donde se organizan cursos para adiestrar a las prostitutas, como si se tratase de cualquier otro curso de formación laboral. Hace unas décadas podía existir la percepción de que socialmente se reprobaba la prostitución, pero se consideraba como un hecho que estaba presente. Más aún, en algunos sectores minoritarios de personas jóvenes, y no tan jóvenes, hoy se organizan determinadas excursiones denominadas "despedidas de solteros" en las que se incluye la visita a prostíbulos, y además se cuenta la experiencia con pelos y detalles incluso a las propias parejas. ¿Qué ha cambiado?

Por otra parte, parece claro que hay mucha mayor unanimidad en la reprobación de lo que se ha dado en llamar la trata de blancas o mejor trata de personas. Según Naciones Unidas, la trata es la acción de captar con amenazas o por la fuerza a personas para explotarlas. A tenor de los datos facilitados por la Fundación Woman's Week, en el día internacional de la trata, en España hay 45.000 mujeres víctimas de "trata", y el 79% de las mujeres y niñas víctimas de trata lo son con fines de explotación sexual, aunque otros informes rebajan mucho las cifras, pero la misma Policía Nacional, que en 2019 liberó a 896 "esclavas sexuales" y detuvo a 481 proxenetas, afirma que el 80% de las mujeres prostituidas en España son víctimas de trata. No es fácil fijar dónde comienza un prostíbulo considerado hasta ahora legal y cuántos prostíbulos son tapaderas de esta explotación sexual más dura.

Puede ser algo contradictorio que la sensibilidad de la sociedad actual está por no aceptar "ni una agresión más", porque considera que cuando se daña a una persona en este terreno es parte de la vida de esa persona la que resulta afectada, y que algunos sectores den tan poca importancia a la situación de las mujeres inmersas en esta dinámica de la prostitución.

En algunos países, el debate sobre la prostitución se ha centrado de forma inequívoca en torno a la penalización de los clientes de las prostitutas. Y aquí subrayamos el pequeño detalle: hombres clientes, mujeres prostitutas, aunque también se da en sentido inverso, pero mucho menos significativo. ¿Cuántas mujeres dependen en el Estado español de la merced sexual de hombres generosos? ¿100.000? ¿300.000? Las cifras son imprecisas también, pero podemos preguntarnos cuántas mujeres, de entre esos números, se han prostituido debido a su precaria situación económica, si eso es voluntario, o si se trata de aceptarlo, al igual que cualquier otro trabajo precario. O si nos preguntamos cuántas relaciones sexuales voluntarias y consentidas puede tener una mujer al día, qué riesgos sanitarios hay, o cuántos "clientes" toman cocaína y les piden que la consuman, nos encontramos con más imprecisión en las estadísticas. Pero es que el eslogan contra la agresión sexual y la violación sigue diciendo: "Ni una más".

Algunas informaciones indican que España es uno de los países con mayor consumo de prostitución en Europa y el tercero a nivel mundial, después de Thaïlandia y Puerto Rico. Según la ONU, un 39% de varones españoles ha pagado en alguna ocasión por mantener relaciones sexuales. Y además es uno de los principales destinos del tráfico de mujeres del mundo. Hasta los años ochenta la prostitución tenía origen nacional, pero algo ha cambiado en la actualidad, ahora más del 80% de las mujeres que se prostituyen en España son extranjeras: Brasil, Europa del este, China...

Parece que ahora el clima legislativo no es favorable a una determinada explotación sexual, y se plantea articular otras medidas para que la inclinación de quienes presumiblemente pueden ser explotadas tengan otras posibilidades dignas para una vida diferente. Las lesiones psicológicas de las mujeres que han sido prostitutas dejan cicatrices, como lo dejan las guerras en soldados contratados legalmente, pues su vida ya no puede ser lo que era antes. De similar manera, las consecuencias psicológicas que deja la prostitución en muchas mujeres que la han ejercido son de tal gravedad que sería necesario que, por parte de las instituciones públicas, además de la implementación de diferentes programas, se hicieran declaraciones de reconocimiento por el daño causado. La prostitución es una metáfora de la vulneración de los derechos de la mujer.

Quienes defienden que es un trabajo como otro cualquiera también deberían defender que no se oculten los clientes, que haya transparencia sobre quién compra la mercancía, tanto al por mayor como al por menor. Y cuáles son las ganancias de quienes comercian con el producto, pues el negocio mueve 3.500 millones de euros al año en el Estado español. Es pedir demasiada luz y taquígrafos en un campo donde hay muchos hombres casados y padres de familia que llevan una doble vida, y donde cada vez son más jóvenes tanto las prostitutas como los clientes que acaban cada vez con más frecuencia en un prostíbulo, como dice Marta Torres, especialista en el tema.

Por otro lado, las redes sociales, actualmente, facilitan el acceso al porno de tal manera que profesionales de la psicología están alertando de las consecuencias nefastas que todo ello está teniendo sobre la educación sexual de "menores porno-nativos", lo que influye en un concepto de relación de pareja donde la violencia sexual prevalece. Si se normaliza el consumo de pornografía y el chico raro es el que no consume pornografía, pues hay miles de millones de horas de pornografía en las redes donde el idioma es lo que menos importa... ¿dónde la ternura? ¿Cuándo y cómo educar en un modelo de relaciones donde el respeto y la reciprocidad estén presentes? Y es que el porno y la prostitución también van de la mano. En ese contexto de servidumbre sexual hay desigualdad, dominación masculina y humillación femenina, y es un caldo de cultivo para la aceptación de la prostitución como algo legal.

Ese tipo de relación entre cliente y mujer prostituida, vulnerable, humillada, es, además, una manifestación de poder masculino del cliente que paga, y de quien gestiona el contrato, aunque sea mujer. Es el sistema de poder más antiguo, ejercido sin cortapisas por los mayores detentadores del poder en la historia de la humanidad. Lo que a veces socialmente no es admitido se banaliza y se acepta ante el poder absoluto. Y es que el oficio más viejo del mundo no es la prostitución, el oficio más viejo del mundo es mirar hacia otra parte ante las injusticias.