Permítanme que hoy no hable del president Pere Aragonès y su inevitable encuentro con el rey Felipe VI. Bienvenido sea. Ni que ahonde en la importancia de que el presidente de la CEOE haya dicho que si los indultos ayudan a arreglar el desaguisado catalán, pues adelante. Ongi etorri ere. Permítanme que no escriba sobre la expectativa de que hoy se reúna el LABI y puedan flexibilizarnos las restricciones en la hostelería. Aleluya. Ni que a esa mejora de nuestras condiciones de vida le sigamos pegando el mensaje de prudencia y responsabilidad individual tan necesario como nunca para no enfermar y contribuir a que todo esto acabe algún día. Permítanme que hoy, cinco días después de la aparición del cadáver de Olivia en el fondo del océano Atlántico, siga recordando a una madre que espera saber qué ha hecho su expareja con su segunda hija de tan solo 15 meses, todavía desaparecida. Permítanme que recuerde a esa mujer de 81 años asesinada a martillazos por su marido el miércoles tras, intuyo, una vida plagada de malos tratos llevados en silencio. O esa otra vecina de Vitoria-Gasteiz que ha tenido que llamar a la Ertzaintza porque su expareja se coló en su casa sin su consentimiento. Etc., etc... Sigue el goteo incesante de una violencia contra las mujeres que, en su conjunto, nos demuestra lo lejos que estamos de solucionarla y qué cerca, en cambio, de caer en una rutina de noticias que nos lleve a dejar de verla como algo extraordinario, sino, más bien al contrario, como algo cotidiano.

Permítanme, por tanto, que hoy practique -como he aprendido de un buen amigo- el insistencialismo y busque dejar huella siempre que se pueda en aportar en la lucha contra la violencia machista, de género o como quieran llamarla.

El teléfono de ayuda en Euskadi, 900 840 111, no deja rastro en la factura y es gratuito. Que no se le pase a quien lo necesite. Que no se nos pase recordarlo siempre que podamos.