unque el cuerpo me pedía escribir este artículo nada más conocer el resultado de las elecciones del pasado 4 de mayo en Madrid, preferí esperar unos días con el fin de contar con una visión más objetiva, analítica y complementada por la de los diversos especialistas y de los que no lo son tanto. En definitiva, de tener una visión personal. Son bastantes los conceptos y consideraciones que estructuran esa visión particular.

En primer lugar, resulta imprescindible, visto el comportamiento y vocerío de algunos grupos ideológicos, manifestar el obligado respeto al resultado, a su significado y a las consecuencias del mismo.

También quiero destacar los intentos de elevar a categoría general -incidencia del resultado madrileño sobre el resto del Estado-, algo que es parcial y territorialmente acotado, así como clasificar esos intentos de inadecuados. Cosa distinta es que el resultado producido pueda tener y generar influencia y tendencia en el resto del Estado, y también de la Unión Europea (UE), al igual que la llegada de Joe Biden afecta al resto de países. Salvando las obvias distancias.

En tercer lugar, me interesa resaltar algunas peculiaridades que se han dado y se dan en torno a este proceso electoral.

El enaltecimiento utilizado en la campaña electoral madrileña de la singular forma de ser en aquella circunscripción, el modelo madrileño entre "chulapo" e incoherente, tal y como se ha constatado en las declaraciones de algunos candidatos, ha consolidado una sensación de pertenencia a una forma de ser, respetable, pero específica, y que, en absoluto, representa a España. Solo es de Madrid.

Por otra parte, los datos macroeconómicos de Madrid, presionados por el efecto pandemia y al margen de los datos sanitarios negativos del conjunto de la Comunidad Autónoma de Madrid, han evidenciado la precariedad laboral, tanto en el nivel retributivo como de la tipología del empleo y ello, sin perjuicio de las disparidades de rentas y niveles de riqueza e ingresos. En este sentido, el mensaje firme y contundente de apertura de la hostelería ha empujado, comprensiblemente, a votar a favor de la candidatura ganadora, por parte de los afectados por las condiciones laborales.

La falta de percepción de parte del electorado madrileño respecto a quién ha gestionado Madrid, es decir, Díaz Ayuso y su heterogéneo equipo, con sus aciertos y errores, inexistencia de conciencia motivada por el mensaje machacón contra el Gobierno central, convierten una parte importante del voto emitido en golpe de castigo -impulsado, insisto, por las campañas publicitarias--al gobierno de Sánchez.

Las campañas publicitarias citadas se han parecido más a comunicaciones de una comunidad de vecinos que a mensajes destinados a resolver problemas generales importantes, como la sanidad primaria o la insuficiente dotación de recursos en dicho nivel sanitario público en Madrid. Un autentico e incomprensible despropósito y falta de rigor y fiabilidad.

La pandemia, además, ha reforzado dos pérdidas más. Una importante, como es la falta de ilusión por el futuro, la otra, más banal pero más marketiniana, como es la obsesión por el disfrute vacacional. Esta última, racionalmente incomprensible, salvo en entornos alejados de la realidad en la que se vive y, por lo tanto, inmersos en planteamientos frívolos.

Todo lo indicado ¿puede llevarnos a concluir que ha existido cierta inconsistencia de los votantes? Pudiera ser, pero nuestras mentes están sujetas a una suerte de anestesia diaria bajo los mensajes marketinianos relativos al consumo y a la política. Tal es así, que nuestra capacidad y voluntad de análisis, fiscalizadores de la realidad, están claramente mermados. Si no, no se entienden desde una posición ciudadana normal y coherente los resultados.

Aunque quien vota en democracia siempre es libre de hacerlo por quien quiera, se "equivoque" o no, conviene no perder de vista la tentación madrileña -

-vieja, por otra parte-, de homogeneizar España con el chotis, las chulapas, y los churros.

No quiero finalizar este comentario a vuelapluma sin poner de manifiesto una impresión que se ha consolidado en mi reflexión. Se ha utilizado un gran eslogan por parte de los ganadores, que se ha sustentado, en mi opinión, en dos ideas. Primera, incrementar la autoestima de los madrileños. Segunda, reverdecer el antiguo modelo centralista -obviando que ahora pertenecemos a la UE y estamos organizados con un Estado complejo, autonómico-, en el cual hasta las obras de teatro realizaban sus representaciones en "provincias", en verano, y los estrenos, obviamente, en la capital.

Ese es el modelo de libertad del que se ha hecho gala, olvidando que determinadas nostalgias contienen peligros a largo plazo.