a tecnología es un recurso ancestral de nuestra especie, y la historia de la humanidad ha estado siempre asociada a los distintos modos de crear instrumentos y medios de comunicación. La edad de Bronce o la de Hierro atribuyen a las capacidades de manejar los metales la posibilidad de crear herramientas y utensilios con los que trabajar la tierra y equipar los oficios. Pero retrocediendo mucho más atrás en el tiempo, tal vez el dominio del fuego y su conservación fue una tecnología que podríamos considerar como comunitaria porque permitía la agrupación en cercanía a los diferentes miembros de una comunidad, y con ello activar la comunicación, el lenguaje y la transmisión de experiencias.

El fuego y sus aplicaciones tecnológicas tuvieron además otras importantes consecuencias técnicas como la creación de la alfarería, el manejo de los materiales metálicos, la cocción y conservación de alimentos y muchas más. Fue sin duda un gran paradigma en el que el lenguaje y la comunicación se reforzaron alrededor del fuego, y con ello también las normas colectivas e incluso la resolución de conflictos y la organización social necesaria.

Pero volvamos al presente y hoy de nuevo la tecnología -de las vacunas- se pronuncia como el único medio capaz de revertir nuestro problema colectivo. El desarrollo tecnológico de los últimos 100 años ha sobrepasado las expectativas imaginables, y aún no se ha sabido extender y asimilar su aplicación a nivel global para un mejor entendimiento entre los distintos grupos humanos. Distribuir el conocimiento y el dominio de la tecnología, entre los grupos humanos, es una acción que permite reducir las desigualdades que el propio desarrollo tecnológico y su actual concentración genera.

Sin embargo, apenas hemos contemplado cómo la tecnología -en sentido amplio, digital y no digital- ha impactado y puede impactar sobre la necesidad de cobertura de las necesidades relacionales, afectivas y comunitarias, y especialmente en estas últimas. La vivienda, la escalera y el portal son espacios de comunidad vivencial donde los elementos comunes y la proximidad permiten desarrollar una serie de actividades preventivas y de resolución de problemas. En estas actividades la tecnología puede y debe jugar un papel singular, activo y de calidad en la propia intensidad relacional entre convivientes o vecinos. La tecnología comunitaria supone una oportunidad de activar y potenciar los espacios relacionales primarios, espacio no cubierto por las instituciones gestoras de servicios y recursos a mayor escala.

Una faceta concreta de estas tecnologías y su aplicación masiva se llama "redes sociales", que comprenden los ámbitos de la comunicación directa y extensiva a través de plataformas universales entre personas, instituciones y gobiernos. La capacidad de generar contenidos en formatos diversos y su extensión fácil a cualquier lugar del mundo digitalizado, permite abrir las limitaciones antes existentes en los medios de comunicación. Estos pasan de ser piramidales en el sentido unidireccional de emisor a receptor, a ser transversales de alta capacidad y en cualquier dirección. De ahí su éxito y rápida extensión global.

Podríamos definir las tecnologías comunitarias como las de aplicación en los entornos vivenciales y de proximidad para prever problemas, resolver necesidades, y mejorar capacidades y oportunidades. Necesidades referidas a la comunicación, la accesibilidad, la seguridad, el confort, la autonomía, los suministros, el transporte, la formación, la salud, y la atención mutua a través del uso de competencias personales, y de recursos y servicios comunes, compartidos o mutualizados sobre ingenios tecnológicos de todo tipo.

La satisfacción de las necesidades individuales y colectivas se puede cubrir de forma complementaria por el mercado, por las instituciones públicas, por el tercer sector y por la comunidad de afectos y cercanía. Definir mejor la tecnología comunitaria y dotarla de medios para su expansión desde los cuatro ejes, puede posibilitar reforzar la calidad de vida de las personas, y sobretodo dar paso a políticas sociales de amplia aplicación en la vida de los ciudadanos.

Hoy en día, las aportaciones de las aplicaciones tecnológicas son principalmente cubiertas por el mercado, por empresas de gran dimensión, en tanto la tecnología ofrece claras ventajas de operatividad, que generan valor individual mercantil. Son las empresas de servicios y las tecnológicas las que trabajan en la prestación de servicios individualizados (persona o unidad familiar), contribuyendo al despliegue unitario y no comunitario de tales recursos tecnológicos. Un ejemplo de ello es la fibra óptica que llega a cada domicilio, y no hay una oferta comunitaria a pesar de que la red Wifi pudiera suministrar cobertura a un alto número de usuarios dentro de una vivienda o bloque con el poder de las tecnologías 4G y 5G.

Una acción política acerca de la tecnología comunitaria, como un activo social a desarrollar, permitiría crear nuevos empleos en el desarrollo público de estos medios, y en relanzar las dinámicas de formación y capacitación para dotar de autonomía operativa a dichos colectivos. Las instituciones de apoyo social -servicios sociales- debieran contemplar la incorporación de la tecnología como un eje estratégico de sus intervenciones en el tejido comunitario. Es además un terreno de clara aplicación de los apoyos intergeneracionales, ante una transición tecnológica de gran rapidez. Sería sin duda una forma de activar el nuevo contrato sociotecnológico que los tiempos actuales requieren.

La tecnología, su conocimiento, uso y aplicación a la vida cotidiana es un derecho fundamental. La tecnoalfabetización social y comunitaria permitiría mediante la idea de proyecto y propósito colectivo, crear espacios concretos de despliegue de las ayudas mutuas y de la mutualización como medio de compartir y colaborar en la cercanía. Así como el ahorro energético de las viviendas es ya una línea de acción para la descarbonización, podemos constatar que no se anuncia el propósito de la digitalización -como política general- a la tecnología comunitaria y si al mundo empresarial. La intensificación de la digitalización como tendencia social inaplazable es una oportunidad tecnológica ignorada en los aspectos comunitarios que permitiría un amplio despliegue de aplicaciones en campos de información, apoyo mutuo, mejora del entorno, compartición de recursos y capacitación digital. La consideración de un estado del bienestar en evolución, podría contemplar la inserción de la tecnología comunitaria como un impulsor de la capacidad de apoyo y mejora de las relaciones afectivas, relacionales y comunitarias.

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