n mayo de 2020 en la primera ola del covid-19, la comunidad científica vasca lanzó el manifiesto "Euskal Herria poscovid-19" donde reivindicaba una nueva normalidad basada en la economía ecológica. El objetivo era promover un debate social profundo para transitar de la crisis socio-ecológica actual a un modelo económico más resiliente y justo. Alrededor de 800 personas de la academia y la ciencia en Euskal Herria, 200 agentes sociales y miles de personas apoyaron con su firma lo expresado en ese manifiesto.

La actual "sindemia", la interacción negativa global entre factores sociales, ambientales y de salud, ha demostrado que el cuidado de las personas y de la naturaleza chocan frontalmente con el actual metabolismo económico. El sistema económico actual, basado en un crecimiento continuo del uso de materiales y energía sin reparar en los límites ecológicos, ha demostrado, una vez más, su gran vulnerabilidad. Su afán expansivo se asemeja a una locomotora sin frenos y a una destructiva apisonadora. La búsqueda de crecimiento continuo en un planeta finito causa crisis cíclicas, de carácter tanto económico, social como ecológico. La actual crisis es un claro ejemplo. El covid-19 no ha llegado inesperadamente, la comunidad científica ya venía alertando del riesgo de este tipo de pandemias. Los mismos factores que han llevado a la crisis climática a provocar la destrucción de ecosistemas naturales y aumentan la probabilidad de que surjan nuevas pandemias, como resaltan la Organización Mundial de la Salud y la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y los Servicios de los Ecosistemas (IPBES).

El diagnóstico es meridianamente claro. Los seres humanos somos interdependientes, pero también somos eco-dependientes. La sostenibilidad de la vida como la conocemos pasa por un momento histórico crítico en el que convergen diferentes crisis globales (clima, energía, biodiversidad, cuidados, pandemia). Es, por tanto, tiempo de cambiar de rumbo y de promover una transición socio-ecológica que garantice tanto el bienestar como la salud a nivel planetario. La economía se debe reestructurar para crear renta y puestos de trabajo. Para ello, como bien indica el informe del economista Partha Dasgupta (publicado a principios de febrero por el Ministerio de Hacienda del Reino Unido), hay que reducir el protagonismo de indicadores como el PIB y priorizar inversiones en resiliencia socio-ecológica. Invertir en resiliencia significa aumentar la capacidad de mitigación y adaptación a diferentes tipos de shocks asociados con las crisis globales, de forma que se mantengan indicadores esenciales de bienestar, como el empleo estable, el acceso a bienes públicos (educación, cuidados y salud), el derecho y custodia de un medio ambiente sano, o un robusto tejido social de apoyo mutuo. Este cambio de mentalidad es más necesario que nunca para lograr el bienestar humano, el cuidado comunitario y la justicia social. Si no nos ponemos manos a la obra, las generaciones venideras tendrán aún más difícil realizar este cambio.

Ante este diagnóstico, ¿qué podemos hacer? Como parte de la comunidad científica vasca, pensamos que es necesaria una reflexión social para identificar soluciones integrales desde las capacidades intelectuales, económicas, sociales y culturales de cada una de las personas y comunidades en las que participamos. El estancamiento de la economía debido a la pandemia ofrece una oportunidad única para restablecer vínculos cercanos, duraderos y justos entre la economía, la salud y el medio ambiente. Esta reflexión participativa debe servir para colocarnos en un futuro resiliente y justo. Para ello, es necesario coordinar las acciones individuales y colectivas a nivel social, las del sector privado y las de las administraciones públicas.

Un aspecto crucial de esta reflexión es cómo armonizar prioridades individuales y colectivas. Los últimos meses han mostrado que existen diferentes grados de vulnerabilidad social ante un mismo shock, en función del estado de salud de las personas y su situación socio-económica. En momentos como el actual se observan los grandes desequilibrios sociales entre el Sur y el Norte globales, así como entre diferentes estratos sociales dentro de cada país. El afloramiento de los impactos desiguales sobre la población es un claro signo de la baja resiliencia y de la fricción entre las necesidades y prioridades a nivel individual, sectorial y colectivo.

La denominada "nueva normalidad" debe situarse en coordenadas socio-ecológicas resilientes y equitativas. Para salir reforzados de esta situación se requieren soluciones que partan de la acción participativa colectiva, facilitada por la Administración y los agentes públicos, dando prioridad al bien común por encima de deseos individuales, por legítimos que puedan parecer. En este sentido, vemos con honda preocupación dos elementos que se enfrentan a un modelo socioeconómico que garantice el bienestar humano y la salud del planeta. Por un lado, la inercia para reactivar la economía mediante el viejo modelo económico, por ejemplo, potenciando la hipermovilidad basado en el vehículo privado (modelo de dependencia y congestión) en lugar de la movilidad sostenible, o anteponiendo icónicas infraestructuras a las prioridades diarias de grandes sectores de la población. Por otro lado, existen factores que juegan en contra del empoderamiento que cada individuo y colectivo social necesita para comprometerse y trabajar a favor de la "nueva normalidad", como son el miedo, el hartazgo y el deseo de soluciones simples a problemas complejos. Hay que apoyar los avances científicos, y promover la capacidad participativa y organizativa de la sociedad. Es tiempo de auzolan (trabajo solidario y comunitario). Es tiempo para armonizar y revalorizar la toma de decisiones de las comunidades locales que velan por el cuidado de todos/as.

En este contexto, en pocos meses tenemos la oportunidad de poner en marcha inversiones estratégicas, en gran parte apoyadas por los fondos europeos (Europe Next Generation). Estos fondos se deben asignar muy cuidadosamente para una metamorfosis del actual modelo productivo hacia una economía ecológica y por tanto justa, equitativa y eficiente, haciendo seguimiento de sus resultados. Para ello, la comunidad científica vasca debería contribuir haciendo propuestas sobre la asignación de los fondos de reconstrucción establecidos por las distintas Administraciones. No podemos dejar escapar este tren.

También firman este artículo Aiora Zabala, Arturo Elosegi, Iñaki Barcena, Mirene Begiristain, David Hoyos, Joseba Azkarraga, Aida López y 412 firmantes más del ámbito científico vasco