no de los primeros conceptos que se aprenden en economía es el de equilibrio: punto de intersección entre la oferta y la demanda. Pensemos en el mercado eléctrico; una subida de la demanda implica un aumento de la cantidad intercambiada a precios más altos. Por supuesto, no podemos olvidar que el mercado eléctrico está intervenido y tiene unos condicionantes especiales que por sencillez se obvian. Por otro lado, una subida de la oferta (lo cual es debido a una mejora tecnológica o a una disminución de los costes) implica un aumento de la cantidad intercambiada a precios más bajos.

Los mercados tienden al equilibrio. Por ir a un caso más sencillo, vamos a los patinetes eléctricos. Si la oferta es mayor que la demanda los empresarios ven que no van a vender todos sus productos. ¿Qué hacen? A nivel estratégico, disminuyen la cantidad de patinetes que van a fabricar. A nivel táctico, bajan los precios. Lógicamente, si la demanda es mayor que la oferta ocurre lo contrario: aumentan la producción y los precios.

Sin embargo, la vida no es tan sencilla. El estudio de la oferta y la demanda supone que todas las decisiones de los agentes económicos son independientes entre sí y eso no es cierto. Un consumidor compra un producto si ve que está de moda, un productor decide cantidades y precios según las estrategias que, piensa, van a adoptar sus competidores. Para analizar este caso usaremos la teoría de juegos. Y en este caso se producen diversos escenarios. Unas veces no hay equilibrios, otras veces sí existen. Además, puede ser que esos equilibrios sean adecuados en términos sociales (por ejemplo, cuando las empresas compiten entre sí tienden a ser más eficientes y bajar precios, lo cual conlleva un beneficio para toda la sociedad) y otras veces no (por ejemplo, los países tienden a gastar una cantidad enorme de dinero en armamento ante el temor de que un posible rival pueda usar su capacidad militar para disuadirle en los términos que desee).

Resumiendo: el equilibrio es la tendencia a la que nos llevan las fuerzas económicas y sociales en un escenario concreto. Unas veces es bueno, otras veces es malo. Además, hay veces que no llegamos al equilibrio previsto: un cambio en el escenario varía la tendencia y el resultado final. Un papel prioritario del Estado, quizás un poco marginado, es reorientar las fuerzas del mercado para evitar un equilibrio negativo en términos sociales y medioambientales.

Hay más tipos de equilibrios, por ejemplo los económicos. Una empresa no puede sobrevivir si las cuentas están todos los años en números rojos. Un Estado, sí. Bueno, eso es lo que dice la teoría. Para verificar si es cierta o no puede pasar mucho tiempo. Es una de las curiosidades de la economía. Puede tener razón a la vez quien piensa una cosa y la contraria.

Unos dicen que no importa la deuda, ya que el Estado siempre va a tener recursos para poder pagarla. En el límite de los límites incluso podría pactar con el banco central la impresión de dinero y a vivir. Claro que habría inflación y los ahorros de las personas irían al vertedero, pero la deuda se pagaría. Otros dicen que tarde o temprano el Estado quebrará. En el límite de los límites esa quiebra podría ser dentro de muchísimos años, más incluso que la vida de quien lo ha predicho. Así, es imposible demostrar que esa persona no tenía razón.

Lo más complicado es el equilibrio personal. ¿En qué consiste? Digamos que tiene muchas aristas. Consiste en ser consistente entre lo que decimos, lo que hacemos y lo que pensamos. Consiste en repartir el tiempo de forma coherente con nuestros valores y preferencias: el trabajo, la familia, las aficiones o el cuidado del cuerpo en términos físicos, intelectuales y espirituales. Esto es muy importante, ya que somos más cuidadosos gastando dinero que gastando tiempo. Es decir, miramos las ofertas de frutas y verduras para poder ahorrar unos céntimos (no está mal: al fin y al cabo, muchos pocos hacen un mucho) pero no nos importa estar dos horas al día (que son 7.200 segundos) navegando entre noticias y redes sociales. ¿No es absurdo? Si pensamos de forma imaginaria en un salario por hora de diez euros estaríamos tirando a la semana 140 euros. Se mire como se mire, eso es un desastre.

Es más, podemos analizar equilibrios globales. A nivel financiero, la deuda mundial no para de aumentar. O al final no se paga, o se convierte en perpetua o se inventa algo. A nivel medioambiental, el desarrollo sostenible es un concepto muy bonito que requiere más práctica por parte de todos.

Todo esto nos lleva a la segunda ley de la termodinámica: el incremento de la entropía (desorden) es mayor que cero.

Economía de la Conducta. UNED de Tudela