a pregunta a Pedro Sánchez sería oportuna y pertinente. "¿Cree usted que Illa ha hecho un buen trabajo como ministro de Sanidad frente a la pandemia?". Si la respuesta fuera afirmativa, la repregunta sería: "¿Y por qué lo quita? ¿Es más importante el interés electoral del PSC que contar con un ministro que usted considera eficaz?". Si la respuesta fuera inopinadamente negativa, lo que correspondería es cuestionar que siguiera un minuto más en la vida política quien no ha dado la talla en asunto tan crucial. Aunque lo más probable es que ocurriera lo de siempre: que ante una pregunta de respuesta dicotómica, sí o no, se esquivara cualquiera de las dos opciones y se optara por un vacilón "el Gobierno trabaja en su conjunto para responder al desafío sanitario y económico que sufrimos en estos momentos". Fuera cual fuere el juego dialéctico, empieza el año como no debiera, como si nada se hubiera aprendido. Haciendo de la política un ejercicio de tacticismo soportado en la mayoritaria acriticidad de la opinión pública. Illa no ha sido un buen ministro, y responde muy bien a aquella calificación que acuñó el gran Butanito: "no tiene ni una mala palabra ni una buena acción". Al menos ha dado la cara y ha intentado no añadir crispación en la tragedia, pero los hechos son rotundos en su contra. No merece la pena abundar en cosas ya comentadas aquí, como el inmenso fraude en los datos epidemiológicos, la tardía respuesta -contención social, mascarillas, test, controles en aeropuertos-, el sectarismo de muchas decisiones, la mentira sobre el comité de expertos, apuntalar a Simón, o haber desperdigado la autoridad que un Ministerio ha de tener en situaciones así entre los 17 servicios autonómicos de salud. Pero saliendo de lo sanitario, que en estos momentos esté todo supeditado al cortoplacismo del interés electoral en Cataluña demuestra hasta qué punto no hay asunto lo suficientemente importante como para que cambie la dinámica habitual de hacer las cosas. Poco vuelo alto cabe esperar.

La esperanza en la vacuna no es un pensamiento iluso, pero que hay que bajarlo a tierra. Tendremos menos dosis de las que quisiéramos, y sin que ello sea, por cierto, responsabilidad del Gobierno. Solo hay una que está autorizada actualmente para Europa, la de Pfizer-BioNTech, y una segunda, la de Moderna, tendrá luz verde de la Agencia Europea del Medicamento este miércoles, aunque no se distribuirá por aquí hasta dentro de varios meses. Trump compró por anticipado toda la producción. Las demás se esperan para entrada la primavera. La elaboración de viales es limitada, a pesar del enorme esfuerzo que está haciendo la empresa. A nosotros nos toca una parte de lo que le corresponde a la UE, que a su vez es una parte de lo que llega al conjunto de países que la necesitan y la pagan. Siendo realistas, vamos a ir muy lentos en lo que a inmunización se refiere, aunque con la ventaja de que se cumplirá el principio de Pareto, según el cual protegiendo a un 20% de las personas, se evitará el 80% de los problemas. No es poco.

Vigentes ya los nuevos Presupuestos Generales del Estado y recién aplicada una nueva subida en un buen paquete de impuestos, el Gobierno va a tener que comenzar a hacer otras cosas, confiando como está en que le aguarda un desempeño de tres años venideros. Por lo que habrá de empezar es por aclarar cómo pretende asegurar los fondos europeos, todavía sin asignar, pero que ya están incorporados en las cuentas de este año. Es una batalla que apenas ha comenzado, y en la que se va a poner en juego sobre todo si España está dispuesta a realizar reformas que afectarán esencialmente a la actitud política con la que se gasta el dinero público. Deambulamos dopados por el soma del Banco Central Europeo, que compra toda nuestra deuda pública y que ya es tenedor de más de 300.000 millones de euros de nuestras emisiones. Eso sí que es un rescate, y más pronto que tarde habrá que demostrar cómo pensamos pagar lo prestado. Partiendo del supuesto de que es muy difícil engañar todo el tiempo a todos los países con los que compartimos divisa, podemos augurar que el sueño acabará muy pronto. Terminará justo cuando se vea que la economía de los socios crece significativamente más que la nuestra, dentro de pocos meses. Ahí quebrará el Gobierno. En abril, por cierto, se decidirá si se celebran o no los Juegos Olímpicos en agosto. Salvo sorpresa, serán suspendidos, igual que tampoco habrá sanfermines este año. Seguiremos estando para pocas bromas durante todo este nuevo 2021.