os grupos de militares en la reserva han manifestado a través de chats, cartas al Rey y sic al Presidente del Parlamento Europeo, su preocupación por la degradación de la democracia (cuestión llamativa puesto que están vituperando el normal funcionamiento de las Instituciones elegidas democráticamente por la ciudadanía) y por los peligros que acechan a la unidad de la patria, según su peculiar concepción de patria que ya se puede apreciar por la propia patrimonialización del concepto.

Existe en determinados sectores de las fuerzas armadas, vamos a presumir que no en activo, la denominada ideología militar reaccionaria que hunde sus raíces en el fenómeno del golpismo. Uno de los componentes básicos de esa ideología es que se buscan pretextos que hacen aflorar la función de las fuerzas armadas como garantes de unos valores y esencias permanentes, imprecisamente definidos y que en realidad tienen una naturaleza suprapolítica. Una vez generada una pretendida situación límite que pone en peligro la propia existencia de la nación y del Estado, en su peculiar concepción, se pide la aplicación de remedios extraordinarios a través de la intervención militar (Oswald Spengler afirmaba que "en última instancia, a la civilización la salva siempre un pelotón de soldados").

Este artículo no pretende refutar la adhesión a los valores democráticos de la generalidad de las fuerzas armadas en activo, que han participado en la OTAN, que se han formado en el extranjero, que han aprendido idiomas y el manejo de sofisticadas tecnologías y cuyo perfil no se corresponde con el del clásico chusquero. No obstante, las reflexiones de los militares en la reserva, según diversas encuestas, han generado preocupación y malestar en la ciudadanía, incluso en la no votante de los partidos que forman o apoyan al Gobierno. Esta preocupación se genera a pesar del carácter de militares en la reserva y el ejercicio que ellos invocan de la libertad de expresión y de algún firmante que ha perdido su condición de militar como Ricardo Pardo Zancada, condenado a 12 años de cárcel por su participación en el 23-F y su expulsión del ejército.

La apelación al derecho fundamental de libre expresión en el caso de quienes se presentan como militares añadiendo a la locución una r minúscula, lo propio de los militares en la reserva, con más de 70 años y por lo tanto no sujetos a condicionamiento alguno en el ejercicio de sus derechos, no puede aceptarse tan pacíficamente cuando se afirma que la democracia que se reivindica es la que trasmitió el general Franco, o cuando se manifiestan en su condición de presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco o su participación en otros manifiestos del mismo perfil contradictorio de la voluntad popular manifestada en las urnas.

Tampoco genera tranquilidad que el golpismo militar fuera una de las características más destacadas de la vida política durante el siglo XIX. De signo moderado o progresista, según las ocasiones y que fue evolucionando hacia posiciones más conservadoras, reaccionarias o fascistas especialmente en sus dos grandes éxitos del siglo XX, el que dio lugar a la dictadura de Primo de Rivera y el que llevó a Franco al poder, entre los más reconocidos podemos citar al General Pavía, Martínez Campos, Primo de Rivera, Sanjurjo, Franco y otros.

En la historia más reciente y durante la transición política se produjeron hasta cinco tramas golpistas, algunas auténticos golpes de estado como el del 23 de Febrero de 1981. A modo de resumen se pueden recordar la reunión de oficiales del ejército en el Casino Militar de Madrid en enero de 1977 en la que participaron militares que pertenecían a lo que se denominaba el bunker; reunión en Játiva (Alicante), después de la legalización del PCE, de militares encabezados por Fernando de Santiago y Díaz de Mendivil; la 'Operación Galaxia', por ser esta la cafetería madrileña donde se reunieron el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero y el capitán Sáenz de Ynestrillas para ultimar los preparativos del golpe.

Las siguientes conspiraciones militares se desarrollarían entre 1979 y 1980, en el seno de la Brigada Paracaidista y de la División Acorazada Brunete 1 (DAC). Sobre la primera, abogaban por la Teoría del Dominó, por medio de la cuál si una unidad daba el primer paso, las otras le seguirían. Esta conspiración fue anulada con la visita del ministro Rodríguez Sahagún a la propia Brigada; las manifestaciones de Luis Torres Rojas, general jefe de la DAC y así se llegó a los últimos meses de 1980, donde se puede hablar ya de la 'Gran Conspiración', cuyo objetivo principal era poner fin al Gobierno de Adolfo Suárez. Esta situación desembocaría meses después en el golpe de Estado del 23-F y cuyos muñidores fueron el general Armada y otros civiles y militares.

Desde 1982 continuaron diversas intentonas: la Operación Cervantes que se desarrolló el 27 de octubre de 1982, en la víspera de las elecciones generales en las que el PSOE obtuvo mayoría absoluta, la detención de los coroneles Jesús Crespo y Luis Muñoz y la del teniente coronel José Crespo el 2 de octubre de 1982 que descabezó esta trama golpista y provocó el traslado de Milans del Bosch a otra prisión y el descubrimiento de una posible participación de Blas Piñar, líder de Fuerza Nueva, en esta trama.

Hubo otros episodios bajo la presidencia de Felipe González: el golpe de Lerma en 1983 y el intento golpista de mayo de 1985.

Las referencias históricas anteriores ponen de manifiesto la existencia de sectores en las fuerzas armadas nostálgicos del régimen anterior y el estímulo de la acción golpista por la extrema derecha.

Hoy cuesta creer que sigan existiendo militares retirados que en el fondo siguen inspirados por la reflexión de Jose Antonio Primo de Rivera que afirmaba: "El Ejército es la salvaguardia de lo permanente, por eso no se debe mezclar en las luchas accidentales. Pero cuando es lo permanente mismo lo que peligra, cuando está en riesgo la misma permanencia de la Patria -que sucede si las cosas van de cierto modo que incluso se puede perder la unidad-, el Ejército no tiene más remedio que deliberar y elegir».

Hoy no es real que el ejército en activo siga manteniendo lo que se denominó el esprit de corps que Carr definía como: "Los generales dejaban la política a los civiles solamente a condición de que éstos no tocaran el Ejército y de que ellos mismos siguieran siendo figuras influyentes en la vida política"

Todo lo anterior es ajeno a la participación en operaciones humanitarias, a la participación en operaciones civiles y luchas contra catástrofes realizadas por la UME y la integración en un futuro, todavía incipiente, ejército europeo. Solo debe atenderse no la oficialidad del ejército en activo o a la suboficialidad sino sobre aquello que Huntington advierte: el intento de la nueva extrema derecha de penetración en las fuerzas armadas por abajo, por la tropa.

En todo caso esperemos que este episodio se resuelva a través de una adecuada investigación y la consecuente depuración de responsabilidades y la esperanza de que los militares jubilados y otros si los hubiera, se liberen de ciertas ensoñaciones que no se corresponden ni en nuestra ubicación en la Unión Europea, ni con pretendidos principios democráticos, que no lo son, que pretenden defender.