e simplifica cuando se dice que la búsqueda de la vacuna frente al coronavirus es una carrera. Se está haciendo todo lo rápido que se puede, pero las empresas que trabajan en ello saben que no hace falta ser la primera para alcanzar el éxito. Al contrario, son conscientes de que serán varias las que puedan ser comercializadas en los próximos meses, y que como tal, el impresionante esfuerzo que desarrollan no se mide en términos de rentabilidad comercial, sino como forma de demostrar hasta dónde la ciencia farmacéutica puede ayudar a resolver el problema en el que estamos metidos. Cuando exista la vacuna se venderá a precio de coste, sin beneficio para las empresas, por poco más de lo que cuesta un menú de hospital por persona. Las tecnologías que se están utilizando (como mRNA, vectores virales o subunidades proteicas) harán que haya distintas posibilidades de uso: algunas serán mejores para unos tipos de población y otras para otros. De manera que en el plazo de un año, aproximadamente, las autoridades sanitarias podrán comprar lotes a distintas empresas y emplearlos donde mejor convenga. Eso, en el supuesto caso de que haya alguien con cabeza organizando el asunto. Mi consejo es que mantengan a Fernando Simón lejos de la decisión, y si es necesario que le den un programa en TVE como a Cintora, que siempre cabe un poco más de zaborra en cualquier estercolero.

Contaba el CIS esta semana que casi la mitad de los encuestados se mostraban reticentes a inmunizarse. La pregunta exacta que se les hizo fue: "¿Estaría Ud. dispuesto/a a vacunarse inmediatamente cuando se tenga la vacuna?" Un 47% dijo que no. La manera en la que se formuló la cuestión -"inmediatamente"- induce un sesgo de respuesta. Si la pregunta hubiera sido "¿Estaría Ud. dispuesto/a a vacunarse cuando la Agencia Europea del Medicamento (EMA) autorice la vacuna?", la respuesta hubiera sido otra. No es posible que una vacuna se ponga en el mercado sin el visto bueno de ese regulador, lo que garantiza un análisis independiente del equilibrio entre seguridad y efectividad. Más aún, en el caso de las vacunas -que por su propia esencia se administran a personas sanas-, los parámetros de seguridad son aún más altos que los que se aceptan para muchos medicamentos que se administran a personas enfermas. Pero no sólo las agencias gubernamentales, la EMA y la FDA, son garantes de que se demuestre esa seguridad. Las propias empresas que las desarrollan y fabrican no pueden permitirse ningún fallo, porque su negocio está en otras áreas terapéuticas, en otras vacunas, y cualquier problema con esta tiraría por tierra su reputación y lo más sustancial de su actividad, que no es sólo el coronavirus. El CIS es la mayor granja de fake news de este país, y lo ha vuelto a hacer. El titular que han logrado con esa mendaz pregunta ha sido el del recelo mayoritario ante la vacuna, cuando es la solución que necesitamos de manera imperiosa, y que el día que se nos ofrezca será porque cumple con todos los requerimientos. El que manda en el CIS, Tezanos, merece un sitio junto a Cintora y Simón, en el mismo fiemo.

Piensa mal y acertarás, al menos en las actuales circunstancias políticas. Que un organismo gubernamental se empeñe en promover la creencia de que la mitad de los españoles desconfían de la vacuna obedece a alguna razón. La información del domingo de este periódico explicaba muchas cosas. "Sánchez prevé que gran parte de la población esté vacunada en julio". Es justo lo que dijo el presidente cuando anunció el plan de vacunación que hoy aprobará el Consejo de Ministros. Llegó nuestra salvación. Otra de Iván. El oculto detalle es que todavía no hay ninguna vacuna autorizada, y que el día que se autorice habrá que producirla y distribuirla. A España le tocará un lote, y los cálculos más optimistas nos adjudican unos 20 millones de viales, necesarios para vacunar en doble dosis a 10 millones de personas, una quinta parte de los españoles. Hace tres semanas el ministro Illa decía en una emisora catalana que no descartaba que la vacuna fuera "un regalo de Navidad". El auténtico regalo para todos sería que se repudiara la propaganda política cuando se trata de estas cosas, que se pusiera el asunto en manos de la directora de la Agencia Española del Medicamento, por ejemplo, y que el Gobierno hiciera lo posible por dejar de ser un recurrente estorbo en la lucha contra la epidemia.