ltimamente parece reverdecer en Euskadi una corriente historiográfica que busca establecer un supuesto hilo visible de conexión y complicidad entre los planteamientos político-militares de ETA y el nacionalismo histórico representado por el PNV; un relato que manifiesta la idea de que el partido fundado por Sabino Arana Goiri se dejó arrastrar ideológicamente por la organización armada en su Asamblea Nacional de Iruñea de 1977; una crónica que acusa directa o subliminalmente a los nacionalistas de pasividad y connivencia con la violencia. Y nada más lejos de la realidad.

Aunque ETA nació oficialmente en julio de 1959 (no hay fecha más concreta) y, según uno de sus fundadores, José Luis Álvarez Enparantza, Txillardegi, "así se hizo saber, con toda oficialidad, a José Antonio Agirre", resulta sin embargo un lugar común en el mundo abertzale humanista suponer que si el lehendakari hubiese vivido, la historia de ETA hubiera sido otra o, mejor dicho, no hubiera sido. Así se lo transmitió a su hijo José Manuel el ya fallecido viejo gudari donostiarra del Batallón Saseta Inocencio Bujanda Sarasola y así lo recogió también el dirigente navarro jeltzale Manuel Irujo Ollo, para quien la virtual fecha del nacimiento de la que luego sería organización terrorista fue la de la muerte de José Antonio Agirre el 22 de marzo de 1960, "porque él era un hombre de atractivo personal que nos recogía a todos".

Irujo siempre pensó que las inquietudes de aquellos jóvenes, de los que ensalzaba su entereza y gallardía, podían expresarse dentro de Euzko Gaztedi (EGI), la organización juvenil del PNV, y rechazó desde el principio la práctica violenta "inútil y sectaria de unos irresponsables" que conducía a una "ulsterización" de Euskadi. En un intento de atajar aquel "desviacionismo" que juzgaba propio de la juventud, organizó en 1961, en calidad de presidente de la Junta Local del PNV en París, unas conferencias en la capital del Sena en las que además de dirigentes nacionalistas históricos intervendrían miembros de ETA. La idea, no exenta de voluntarismo e ingenuidad, era -tal como recoge el profesor Rodríguez Ranz en un artículo de la revista Vasconia- "dejar que los muchachos se queden satisfechos, se desahoguen, encuentren tribuna, discutan y, a la postre, se sientan en casa". Pero el resultado de aquella cita no fue el esperado ya que el dirigente de ETA Txabi Etxebarrieta (muerto en 1968 en un tiroteo con la Guardía Civil después de que poco antes hubiera asesinado al agente de este cuerpo José Pardines) trajo consigo una disertación "muy explosiva, de independencia y de bombas y de menosprecio para los pobres autonomistas amarillos que somos los demás".

Las alarmas saltaron aún más cuando en la celebración de una mesa redonda con miembros de ETA convocada con el mismo objetivo de que "los jóvenes" desistieran de su actitud, quedó en evidencia la estrecha relación de la nueva organización con la Internacional Comunista. Irujo, sintiéndose totalmente traicionado, abogó firmemente por la total desvinculación del nacionalismo histórico con aquel nuevo movimiento. En el artículo La violencia inútil, publicado en marzo de 1962, afirmó que la violencia "se sabe dónde empieza pero no dónde acaba" y aquel mismo año, en una carta enviada al máximo órgano ejecutivo de su formación (EBB), dejo constancia de que "ETA es un cáncer que, si no lo extirpamos, alcanzará todo nuestro cuerpo político".

Aquellas taxativas palabras le costaron la recepción de una misiva por parte de Telésforo Monzón en la que éste último pedía al navarro que moderase su pluma a la hora de criticar a los miembros de ETA. Como es bien conocido, Monzón (que ya se había distanciado de su partido desde su dimisión en 1953 como consejero del Gobierno Vasco en el exilio), solicitaba la colaboración del PNV con ETA, ya que consideraba a éstos últimos como "el nuevo chispazo que tomó el relevo de los viejos gudaris y renovó la esperanza, pretendiendo unir el ayer y el hoy sin romper la cadena". Irujo, representando la oficialidad de EAJ-PNV, se opuso claramente a aquellas ideas de aproximación con una organización armada que en su V Asamblea de 1967 ya rompió totalmente con el aranismo, declarándose "Movimiento Socialista Vasco de Liberación Nacional" (marxista-revolucionario).

Durante el conocido como Proceso de Burgos de diciembre de 1970 que juzgó sumarísimamente a 16 militantes de ETA, el nacionalismo histórico realizó numerosas gestiones a nivel internacional para conseguir la liberación de los detenidos o, por lo menos, la conmutación de las penas de muerte solicitadas para seis de ellos. Fue un momento de tregua en las críticas del PNV hacia ETA ya que, en opinión del partido jeltzale, aquel proceso era un intento del franquismo para "desterrar de la faz de la tierra el nombre del Pueblo Vasco".

La línea de rechazo absoluto a las prácticas violentas de ETA se acrecentó durante los primeros momentos de la Transición. El 8 de abril de 1976, el secuestro y posterior asesinato a manos de los comandos Bereziak de ETA (pm) del director-gerente de Estarta y Ecenarro (Sigma), Ángel Berazadi Urbe, generó una rotunda condena por parte del PNV: "El secuestro con fines de chantaje y el asesinato como represalia se salen de todo planteamiento de violencia política legítima".

Desde París, Irujo apoyó la suspensión en Euskadi del Aberri Eguna unitario y, en ausencia del lehendakari Leizaola (que presidía en Baiona la reunión urgente del Gobierno vasco para tratar el asunto), realizó unas duras declaraciones a los medios informativos: "Consideramos la muerte del Sr. Berazadi como un asesinato monstruoso. Actos de esa naturaleza no pueden merecer solidaridad por parte de un demócrata vasco (€) Matar fríamente al Sr. Berazadi constituye un crimen y una vergüenza".

El 11 de junio de aquel año, el Euzkadi Buru Batzar de EAJ-PNV hizo público el documento Al Pueblo Vasco, en el que argumentaba la revocación del llamamiento a participar en el Aberri Eguna en razón del "incumplimiento de los acuerdos para la celebración (€) sistemáticamente violados por ciertos grupos en su afán de protagonismo y la violencia que precedió a la convocatoria culminando con el asesinato de D. Aingeru Berazadi". El breve texto también denunciaba el asesinato, a manos de ETA de Luis Albo (de ideología franquista) el 9 de junio en Basauri y finalizaba con el siguiente párrafo: "El Partido Nacionalista Vasco repudia una vez más toda violencia y derramamiento de sangre, como contrario a los derechos humanos, a la democracia y a los intereses del Pueblo Vasco que, en las circunstancias políticas actuales, se encuentra más cerca que nunca de lograr sus legítimas aspiraciones y el respeto a sus derechos irrenunciables".

En octubre de 1978, y convocada por el PNV, se celebró en Bilbao la primera manifestación masiva contra la violencia bajo el lema Por una Euskadi libre y en paz.

Sobran más palabras.Historiador