os británicos llaman The Troubles, que podría traducirse como "los disturbios" o "los problemas", a los tremendos acontecimientos vividos en el Norte de Irlanda entre los años 1968 y 1998. Se trata de un eufemismo pues aquellos disturbios tuvieron como resultado más de 3.500 muertos (274 menores), decenas de miles de heridos y un país arruinado. Se ha venido calificando a los Troubles como un conflicto de baja intensidad, pero si comparamos la población norirlandesa con la británica o estadounidense, equivaldría a una contienda con 100.000 británicos o 500.000 estadounidenses muertos. ¿Baja intensidad?

Todo se inició con algaradas o manifestaciones en favor de los derechos civiles de la comunidad católica, tratada por el sistema político imperante como ciudadanía de segunda clase, segregada hasta el punto de que se erigieron muros para separarla de la comunidad protestante. El punto de no retorno tuvo lugar en el llamado Bloody Sunday (Domingo Sangriento), cuando el 30 de enero de 1972 catorce manifestantes católicos fueron asesinados en Derry por los paracaidistas británicos. El IRA, acrónimo de Irish Republican Army (Ejército Republicano Irlandés), que no había movido una ceja en defensa de su comunidad católica hasta el punto de que era llamado despectivamente I Run Away (Yo me piré), renació de las cenizas y su enfrentamiento directo contra el Ejército, Policía y bandas paramilitares protestantes -a efectos prácticos un todo uno- duró hasta el Acuerdo de Viernes Santo del 10 de abril de 1998.

El poeta irlandés Seamus Heaney, premio Nobel de literatura en 1995, tituló Digas lo que digas, no digas nada uno de sus poemas más inspirados. En él se describe a la perfección la vida en aquel país por entonces agrio e intrigante, de santo y seña, de guiños y cabeceos, en el cual, para no significarse o comprometerse, imperaba la ley del silencio: nadie decía nada. El periodista estadounidense Patrick Radden Keefe, uno de los mejores reporteros americanos, ha elegido ese mismo título para su último libro, cuya lectura se antoja indispensable para entender lo sucedido durante los Troubles y si acaso compararlo con la situación casi coetánea vivida en nuestro país. El No digas nada de Keefe se lee como una novela, pero nada hay de ficción en sus páginas, que relatan una enmarañada historia de lealtades y traiciones, de compromisos y desilusiones, de horror y más horror encubierto por el silencio de todos hasta que al final todo se destapa.

Dolours Price, protagonista principal, era una joven muchacha de familia republicana con antecedentes en el IRA desde al menos dos generaciones, su enrolamiento en la organización militar era cosa cantada. Junto a su historia, Keefe recuerda la de Jane McConville, protestante y viuda de un católico, que tenía 38 años cuando fue secuestrada y asesinada por el IRA, acusada de confidente de la policía. Dejó diez hijos que, sin familia a la que acudir, fueron desperdigados en hospicios y reformatorios siendo alguno de ellos sometido a sevicias durante su internamiento en colegios religiosos. También la de Brendan Hughes y su inseparable Gerry Adams, miembros dirigentes del IRA, militar a tiempo completo el primero y más político el segundo. Y la de Frank Kitson -y con él la de otros tantos militares británicos que le sucedieron-, quien inspiró y dirigió la contrainsurgencia y guerra sucia en el Norte de Irlanda. Era hijo de un almirante de la Marina Real que fue destinado a Kenia cuando todavía era una colonia británica. Allí aprendió las tácticas de contrainsurgencia en la llamada "emergencia colonial", otro eufemismo británico para referirse a la revuelta promovida por el grupo rebelde Mau-Mau en consecución de la independencia de los kenianos. Descubrió que la información de calidad era esencial y la persuasión a unos cuantos insurgentes para que cambiasen de bando, del todo necesaria para entender la estrategia del enemigo. Posteriormente, amplió sus conocimientos durante su servicio en las "emergencias" de Malasia, Omán y Chipre. Con toda esa experiencia acumulada se doctoró en Oxford y publicó su tesis, denominada Operaciones de baja intensidad, que le llevó a ser considerado como el intelectual-soldado del ejército británico por excelencia. En 1971, ascendido a general, fue enviado a Irlanda del Norte para dirigir la contrainsurgencia y transformó al ejército británico en un instrumento más de la represión ante el estupor de los católicos, que esperaban que los británicos fuesen una fuerza de interposición, no aliados de los protestantes. De esta manera, el enfrentamiento entre comunidades religiosas mutó de conflicto intercomunitario en conflicto armado abierto. La tortura se estableció como un instrumento recurrente, pero los militares no solo se limitaban a detener e interrogar sino que también organizaron escuadrones de asesinos. Entre unos y otros la vida social, como se decía por la época, se reducía a velatorios y funerales. Nadie estaba dispuesto a llegar a algún tipo de compromiso y menos que nadie los unionistas; ya lo había dejado escrito Rudyard Kipling, otro premio Nobel de Literatura (1907), de ideología imperialista, en su poema Ulster (1912): "Se sabe, a fin de cuentas. / Ceder es perecer".

Adams rezaba el rosario, leía algún pasaje de la Biblia todas las noches, era el hombre al mando de la brigada Belfast, es decir el hombre clave del IRA en la ciudad y compartía celda con Brendan Hughes en la cárcel de Long Kesh, en las afueras de Belfast. Comprobaban cómo los británicos habían dispuesto una tupida red de informadores, voluntarios o coaccionados, que les enseñaban a sus controladores las interioridades del IRA, identificando a sus mandos o localizando domicilios y depósitos de armas y explosivos. Como se supo 25 años más tarde, entre los soplones estaba Freddie Scappaticci, ejemplo insuperable de la zorra al cuidado del gallinero, pues se trataba, ni más ni menos, que del responsable de la seguridad interna del IRA. Se le contabilizaron más de 50 asesinatos de supuestos o verdaderos infiltrados británicos a quienes sus superiores dejaron morir por el bien superior de mantener su supersoplón a cubierto. Scappaticci fue detenido en enero de 2018 por la policía y puesto en libertad sin cargos para volver a desaparecer hasta el día de la fecha. Y en 2008 se descubrió que Roy Mcshane, chofer personal de Adams durante los 90, había sido confidente de la policía. Denis Donaldson fue el último supersoplón en ser descubierto tras 20 años de chivato durante los que había trabajado con Gerry Adams para, una vez alcanzada la paz, ser alto responsable del Sinn Féin en el Parlamento de Stormont. Fue asesinado sin contemplaciones a pesar de que el proceso de paz ya estaba consolidado.

Los Troubles trajeron otro tipo de víctimas, aquellas que ni murieron en combate ni eran ciudadanos inocentes que pasaban por allí ni merecieron reconocimiento social. Hablamos de "los desaparecidos", acusados de colaborar con el ejército o la policía, tan necesarios para la acción represiva, como había teorizado el general Kitson. Acabado el conflicto, se contabilizaron 18 desaparecidos: 16 hombres (uno oficial del ejército) y dos mujeres, una de ellas Jane MacConville, la viuda sacada a rastras en diciembre de 1972 de su casa de Belfast en presencia de nueve de sus diez hijos. Dolours Price pasó una decena de años presa junto a su hermana Marian, acusadas ambas de poner bombas en Londres. Durante mucho tiempo estuvieron en el panteón de heroínas de la patria por no aceptar el uso de uniformes de presidiarias y ser alimentadas forzosamente durante los muchos meses que duraron sus huelgas de hambre. Una vez en libertad, Dolours contrajo matrimonio con el célebre actor de cine y teatro Stephan Rea, irlandés protestante de Belfast, a quien recordarán entre otras por la película Juego de lágrimas. Brendan Hughes, el más duro entre los duros del IRA, acabó enfrentándose a su amigo Gerry Adams: no podía soportar que este se negase a reconocer su pertenencia al IRA una vez logrado su estatus de político y casi estadista y menos aún podía soportar el Acuerdo de Paz de Viernes Santo. En ambos puntos coincidía con Dolours Price.

Por iniciativa de unos periodistas y profesores del Boston College, institución universitaria estadounidense especializada en cultura irlandesa, varios exmiembros y dirigentes del IRA concedieron largas entrevistas que pudieron ser grabadas y solo publicables tras el fallecimiento del último de ellos, con la finalidad de que se conocieran hechos y circunstancias mantenidas hasta entonces en el más absoluto secreto del IRA. Resultó que, debido a filtraciones varias, la existencia de la fonoteca llegó a conocimiento de la policía británica. El Boston College había hecho una promesa que no podía cumplir: ocultar pruebas de asesinato y otros crímenes hasta que los culpables estuviesen muertos y enterrados. En 2013, el Tribunal Supremo americano ordenó la entrega de la fonoteca a la policía del Ulster. Adams fue detenido e interrogado durante cuatro días por su participación en el secuestro y asesinato de Jean MacConville, pero insistió en su desconocimiento de los hechos y seguía insistiendo en que no era miembro del IRA y nunca había pertenecido a esa organización. Quedó en libertad y exculpado, pero no fueron esos sus únicos problemas legales. Con anterioridad, en 2009, Aine Tyrrell, hija de un hermano de Gerry, reveló que su padre la había violado durante casi una década desde que tenía cuatro años. Entrevistado Adams al respecto, reconoció que estuvo al corriente de ello durante 20 años, pero ¡no avisó a la policía!; el "no digas nada" se extendía al ámbito familiar.

Dolours Price falleció en 2013, pero no se llevó a la tumba su gran secreto, pues gracias a la fonoteca de Boston y testimonios diversos se descubrió que había ejecutado a Jean MacConville junto con su hermana Marian y un tercero que al parecer logró escapar a los EEUU, donde trabajó como ¡guardia en una cárcel! Seamus Heaney escribió un poema, Bog Queen (Reina de la Turbera) en el que toma la voz de una mujer enterrada tiempo atrás -¿Jane MacConville?-, en el momento de ser exhumada, "trasquilada / y desnudada / por la pala de una desbrozadora". Para entonces, las desapariciones ya habían sido tipificadas por el Tribunal de la Haya como delito de lesa humanidad debido en parte a que dejan a los allegados de la víctima en el purgatorio de la incertidumbre.

A finales de 2017, Adams anunció que abandonaba su puesto de presidente del Sinn Féin. Pronto cumpliría 70 años. Sería de tontos no simpatizar con Adams en el terreno político por más insensible y maquiavélico que fuese: logró sacar al IRA de un conflicto cruento e inextricable para conducirlo a una frágil pero duradera paz. Keefe asevera que la tendencia del Sinn Féin al monolitismo, a mantener el férreo silencio, a no tolerar ningún tipo de desviación, consiguió evitar que el movimiento republicano se escindiera e implosionara y que de esta manera la paz fuese posible. De tal modo entendido, para los miembros del IRA fue un mal menor. Pero la verdadera pregunta, si la inevitable unidad de Irlanda hubiese llegado tarde o temprano sin las intervenciones violentas del IRA, se mantiene sin respuesta. Por el momento, el Norte de Irlanda parece tan dividido como siempre a pesar de que reine la paz. Veintidós años después de Acuerdo de Viernes Santo más del 90% de los niños continúan asistiendo a colegios segregados.

Abogado