os enormes cambios que está trayendo consigo la era digital están teniendo un impacto transversal en todos los sectores de la economía, de la sociedad y también en las personas, en nuestro modo de vivir, de relacionarnos y de cómo concebimos la política y las administraciones, la economía y la propia sociedad. Desde hace ya bastantes años vivimos una época de transformación tan importante como la que trajo el desarrollo de la máquina de vapor en las fábricas del siglo XIX. Estamos por lo tanto ante una nueva revolución industrial y económica que llega cargada de enormes oportunidades, pero también de importantes desafíos para empresas, administraciones y ciudadanos.

Los grandes cambios se están sucediendo a una velocidad de vértigo. Y es que es la velocidad está constituyendo el factor diferencial respecto a otras automatizaciones que se han ido sucediendo a partir de la Primera Revolución Industrial. Con el COVID-19, si se quiere, hemos entrado de lleno en una sociedad digitalizada en la que ya vivíamos, pero de la que quizás no éramos conscientes del todo. La consecuencia es que las empresas tienen que replantearse sus modelos de negocio. A las empresas no le queda otra opción que usar la tecnología para transformar la relación con el cliente, y diseñar nuevos productos y servicios. Eso significa transformar el ADN de la empresa hacia una filosofía digital. Lo más difícil, pero también lo que diferencia a una empresa de su competencia, es saber crear una cultura distinta, una cultura digital. Y en eso, las pymes necesitan un gran apoyo, de manera especial.

Uno de los descubrimientos que la sociedad ha experimentado estos meses es la virtualidad y utilidad de la Inteligencia Artificial (IA) para gestionar la lucha contra el coronavirus. Más allá de películas de ciencia ficción, la Inteligencia Artificial ya estaba cada vez más presente en nuestras vidas a través de la robotización, aunque todavía parcial, de nuestras viviendas, el reconocimiento facial o táctil a la hora de desbloquear nuestro móvil, la lectura de la matrícula de nuestro coche cuando entramos en un garaje o su uso en el ámbito de la sanidad. La IA nos está demostrando que crea oportunidades visibles para el bienestar de los ciudadanos, los servicios públicos, la prosperidad e igualdad de las sociedades y, por supuesto, la competitividad de nuestras empresas, abordando con posibles soluciones retos muy diversos y complejos. El coronavirus pasará, pero la IA seguirá tomando cada vez más importancia estratégica en el mundo que nos espera dado su potencial e impacto económico y social, aunque necesita un marco ético y legal adecuado.

Pero adentrarse en la Economía Digital plantea varios retos y tareas. El primero, tener capacidad de almacenar de forma segura datos e informaciones de ciudadanos, empresas o Administraciones, para lo que es necesario disponer de potentes plataformas digitales. La Comisión Europea quiere impulsar la creación de una superestructura tecnológica capaz de albergar los datos que se generan en la UE para plantar cara al dominio que ejercen Estados Unidos y China en esta materia. Desarrollar una gran plataforma de almacenamiento mediante la agrupación e interconexión de plataformas virtuales, públicas o privadas, y romper así la dependencia respecto a gigantes de la red como Amazon, Google o Microsoft, es un proyecto que permitiría a Europa tener soberanía de sus datos en su propio territorio.

El segundo, abordar una estrategia de Ciberseguridad. Las pymes necesitan seguridad. Seguridad de que los datos que usan (bautizados como el "oro negro" del siglo XXI) están a salvo de manipulaciones o sustracciones irregulares, lo que mermaría decisivamente su competitividad. Al mismo tiempo es necesario aprovechar el sector de la ciberseguridad en una oportunidad de negocio, de crecimiento económico, de generación de empresas y de empleo nuevo y diversificado. El Gobierno vasco y la Diputación de Gipuzkoa, ya están en ello.

El tercero, supone para las Administraciones desarrollar una normativa que debe ser un catalizador para que el mundo digital tenga mayor crecimiento y pueda crear empleo. Porque, como sabemos, en toda revolución industrial siempre hay damnificados. Hay empresas y sectores que desaparecerán, existirán negocios que dejarán de tener razón de ser y empleos que se deberán transformar.

Y el cuarto, precisamente, resulta urgente adecuar la oferta y la demanda de trabajo mediante una educación adaptada a los cambios que vienen. El mayor peligro es para todas aquellas personas poco o deficientemente cualificadas. Se necesita redefinir el trabajo en el contexto de la economía digital y apoyar a la fuerza laboral del futuro. Capacitar a las personas y hacer hincapié en la equidad de género.

En Euskadi llevamos más de 20 años desarrollando con acierto nuestra Agenda Digital. Desde 1999 con el Programa Euskadi 2000Tres, que apostaba por unos niveles avanzados de la Sociedad de la Información y de la Comunicación, hasta la actual Agenda Digital 2020, pasando por los Planes de Euskadi en la Sociedad de la Información (PESIs 2000-2002 y 2005-2010) y la Agenda Digital de 2015. Y ahora también, con la una estrategia propia en el campo de la Inteligencia Artificial. Siempre, buscando el avance de la Administración, de la sociedad y de las empresas en términos de modernización, competitividad y bienestar.

Porque parece muy claro que quien no tenga músculo inversor y visión para robotizar, automatizar y transformar digitalmente su modelo de crecimiento se quedará en el vagón de cola y no podrá construir algo nuevo y mejor. El futuro de la Economía Digital es ahora.

Senador EAJ/PNV