ras la crisis sanitaria Francia y Alemania vienen reclamando la reactivación de la economía europea y el hecho de que lo vengan realizando en la senda del Acuerdo Verde resulta altamente significativo. Además, que trece ministros europeos, entre los que se encuentran Austria, Dinamarca, Finlandia, Italia, Luxemburgo, España, Portugal, Holanda y Suecia solicitaran el pasado abril, mediante una carta conjunta, a Bruselas ampliar sus inversiones en materia de movilidad sostenible, energías renovables, rehabilitación de viviendas, investigación, economía circular o recuperación de la biodiversidad, afianza la tesis de que aquellas políticas que se encontraban en la periferia de la toma de decisiones deben ocupar el centro político. El texto también alertaba de la tentación de querer superar la crisis encerrando a la UE en un modelo económico basado en los combustibles fósiles y planteaban elevar la ambición en la reducción de emisión de gases para la COP26 de Glasgow en 2021.

Escuchar en boca de los principales responsables políticos europeos que la recuperación de nuestra economía debe pivotar sobre modelos compatibles con el medio ambiente, generando empleo, bienestar, fomentando la resiliencia y la sostenibilidad de los modelos de negocio y producción, deberían de hacernos reflexionar también aquí en Euskadi.

Este paradigma obliga a entender la política de sostenibilidad, y consecuentemente, su diseño y planificación ajustadas a nuestra realidad como una variable estratégica de primer orden. Un enfoque, multidisciplinar y multidepartamental exigente, que invita a superar la obsoleta visión exclusivamente medioambiental y, desde los núcleos máximos de decisión, transversalizar de forma directa, el resto de departamentos que en cada momento conformen el Gobierno Vasco, las diputaciones e incluso ayuntamientos. Un nuevo enfoque adaptado a sus respectivas competencias. Ya en esta línea, la propia Agenda 2030 hace converger lo económico, lo social y lo ambiental de forma coordinada a través de los puntos focales en cada ministerio, según la estrategia nacional. Todo ello acompañado de un sistema de gobernanza que haga efectiva la coordinación entre departamentos (horizontal) y escalas de gobierno (vertical). Una aplicación solvente del principio de integración ambiental en el resto de políticas va a requerir de altos grados de ingeniería institucional, innovación administrativa y reenfoque de las políticas sectoriales para ajustarse a las premisas de un modelo más sostenible, con grandes dosis de gobernanza colaborativa y capacidad técnica para una coherencia positiva entre las diferentes políticas.

En cualquier caso, tampoco conviene ser ingenuos con los ambiciosos planes verdes poscovid, pues paradójicamente, se corre el riesgo de aumentar las desigualdades entre países de la UE. Esta semana la Europa ha propuesto un plan de 1,85 billones de euros que incluye el anhelado Fondo de Reconstrucción de 750.000 millones, con el doble objetivo de activar la economía de los países del sur y promover la transformación industrial centrada en el ya archicitado Green Deal europeo y la digitalización. Eso para los que tengan industria que reconvertir y estrategias industriales que reformular, ya que como venimos escuchando reiteradamente en los últimos días la economía española se encuentra ante la imperiosa necesidad de una reindustrialización.

Como apuntaba recientemente Jon Sindreu en The Wall Street Journal, los sectores industriales y tecnológicos son mucho más productivos que otros, razón por la que los países especializados en ellos se han enriquecido más que los demás. Un enriquecimiento derivado de las economías de escala y el know how, que son las que, en definitiva, mandan. Las potencias industriales como Alemania se han situado en la pole position a la hora de beneficiarse de los fondos verdes, y si bien la UE en los últimos años parece haber asumido una visión algo más paneuropea, la carrera por los fondos y el posterior acierto en su aplicación puede acrecentar aún más la Europa de dos o más velocidades.

En este sentido, Euskadi cuenta con una ventaja competitiva en relación al panorama nacional y es que la actividad industrial es una seña de identidad básica. Conviene recordar en este punto las exitosas reconversiones que ha sufrido la economía vasca o bien las acertadas estrategias y planes aplicados por nuestras instituciones en un pasado no tan lejano en relación a materias como la calidad, la internacionalización o más recientemente la Nueva Cultura de Empresa. Pues bien, ha llegado el momento de focalizar nuestra economía hacia lo verde y sostenible, contando ya con buenas señales de ello. Como consecuencia, los recursos y apoyos públicos debieran de conjugarse en un maridaje perfecto con el sector privado para democratizar el acceso a dichos planes y ayudas y posibilitar que sea el conjunto de la economía del país la que se beneficie de las mismas. Sin olvidar que la realidad económica de Euskadi, además de las grandes "locomotoras", está conformada por un tejido de innumerables pymes, que deberán tener un acceso real a toda esta nueva política de recursos y apoyos destinados a alcanzar el fin aquí propuesto. En un momento de tan alta incertidumbre resulta estratégico, es más, debiera de entenderse como plan de país para los próximos años, la reconversión verde de la economía vasca, tanto para ayudarnos a amortiguar el golpe que se avecina, como para mantenernos en el pelotón de cabeza de la economía europea.