n 2020, el tema es la biodiversidad, motivo de preocupación tanto urgente como existencial. Eventos recientes, como los incendios forestales sin precedentes en Brasil, California y Australia, los efectos de la crisis climática que se hacen notar cada vez más y que dan lugar a desastres mal llamados “naturales” (inundaciones, sequías, picos de temperatura, etcétera) y ahora la pandemia de

Por otra parte, la pandemia y sus consecuencias han reabierto el debate, si es que alguna vez se zanjó, sobre las ciudades y municipios que queremos. El hecho de ver calles y avenidas sin tráfico y repletas de viandantes ha generado una sensación de cierta euforia en diversos sectores, entre ellos los medioambientalistas. Los cambios, tan visibles, derivados de la crisis producen la sensación de que avanzamos rápidamente hacia un reparto más equilibrado y justo del espacio urbano. ¿Será así? Del mismo modo, la drástica disminución de la contaminación atmosférica vinculada directamente a la no menos drástica reducción del tráfico motorizado ha puesto de manifiesto que los coches son la principal fuente de emisiones contaminantes en las ciudades y municipios.

Sin tratar de hacer comparaciones, tras ver cómo su aire había mejorado radicalmente durante el confinamiento, las ciudades chinas vuelven a llenarse de la niebla sucia a la que estamos acostumbrados a ver en las fotografías. Según un informe que ha publicado recientemente la organización independiente Centre for Research on Energy and Clean Air, China ha registrado en los últimos 30 días niveles de contaminación superiores a los que mostraba antes de la pandemia. Es lo que algunos empiezan a llamar la “revancha de la contaminación”, una compensación negativa que puede ocurrir si los países intentan recuperar el tiempo perdido sin tener en cuenta el medio ambiente.

China reabrió su economía a finales de marzo y “todas las miradas están sobre China, ya que es la primera gran economía que ha vuelto al trabajo tras el confinamiento”, explican los autores del informe. El citado estudio, que ha medido varias sustancias como el dióxido de nitrógeno, el ozono, el dióxido de azufre y las partículas en suspensión en más de 1.500 estaciones localizadas por todo el país y las ha comparado con los niveles del año pasado ajustando las variables meteorológicas, apunta a que la subida de estos contaminantes se debe sobre todo a la actividad industrial y más concretamente a la quema de carbón.

Como parecía anunciarse hace algunos meses, China ha decidido regresar a este combustible fósil como fuente rápida para la recuperación industrial y como incentivo para algunas de sus regiones, que poseen reservas de este mineral. Pero si continúa por esta vía, las emisiones de su actividad, ahora mismo las mayores en el mundo (Estados Unidos es el primer emisor por sus emisiones acumuladas), representarán un problema para la lucha global contra el cambio climático. Además, supondrán un retroceso en el bienestar de su población, que en los últimos años había visto una mejora en la calidad del aire de sus grandes ciudades.

Esta vez, además, los efectos pueden conllevar nuevas complicaciones si se confirma la relación entre la mortalidad del

Pero, volviendo a nuestras ciudades y municipios, junto a problemas ya existentes como la movilidad, la desigualdad o la crisis ambiental afloran otros como la distancia interpersonal y la higienización de sus espacios. Convertir los espacios públicos en espacios seguros, reducir la masificación del transporte público sin que se multiplique el uso del coche, habilitar el comercio de proximidad para reducir los desplazamientos interurbanos, etcétera, son algunas cuestiones que tenemos sobre la mesa y que indican que las ciudades y los municipios post

Conscientes de que el tiempo de las grandes certezas ya acabó, se apuntan algunas propuestas, entre las que se pueden citar el fomento del teletrabajo que, sin duda, se trata de una medida que reduciría el tráfico en nuestras ciudades y municipios. No en todos los centros de trabajo se puede teletrabajar y en algunos otros, como en los de enseñanza y en las universidades, el contacto entre profesores y alumnos en el aula, tal y como he oído a algunos enseñantes, “es lo único que puede dar verdadero sentido a la enseñanza e incluso a la verdadera vida del docente”.

Ahora bien, si las empresas permitieran a sus empleados teletrabajar varios días a la semana -dos, por ejemplo-, relajaría la intensidad de uso del transporte público sin infradimensionar la infraestructura de comunicación, y se podría acompañar por el impulso del uso de la bicicleta. La disminución del tráfico gracias al teletrabajo liberaría espacios en las calzadas y en los viales, donde perder un carril no sería dramático, lo que permitiría zonas importantes para los usuarios de la bicicleta y permitir el tráfico compartido.

Una solución que parece tener cada vez más importancia en la ciudad, sobre todo europea, es la del concepto de “la ciudad de 15 minutos” que está desarrollando París durante la alcaldía de Anne Hidalgo, con la que se busca un cambio radical del modo de vida de la población en relación con el tiempo: su objetivo hace referencia a que la población alcance los lugares de trabajo y de compras a pie o en bicicleta dentro de 15 minutos y que genere vecindad.

Otro aspecto importante es la necesidad de la naturalización de nuestras ciudades y municipios, como ya se viene haciendo aunque quizá sea necesaria una mayor intensidad, donde se creen corredores ecológicos o verdes que nos conecten a través de paseos que fomenten una movilidad activa y saludable: movilidad a pie o en bicicleta. Activa, porque nos hace mover; y saludable, porque mejoramos la salud, la nuestra y la del planeta. De esta forme se recuperan para el peatón importantes espacios urbanos tradicionalmente ocupados por el coche.

También una ciudad post C

Experto medioambiental, Premio Nacional de Medio Ambiente y Premio Periodismo Ambiental de Euskadi