La semana pasada compartía un post en la red social LinkedIn sobre una película porno, titulado Porno y agresiones sexuales, en el que señalaba lo siguiente: “El vídeo más visto de Pornhub -una de las webs porno más importantes de todo el mundo- esta semana, con más de cuatro millones de visitas, tiene como protagonista a una adolescente, tumbada boca arriba en una mesa, con las manos y los pies encadenados, la boca amordazada, penetrada con un pene de plástico conectado a una máquina, electrocutada hasta que grita de dolor y, además, arrojando a su cuerpo cera hirviendo hasta quemarlo”. Es decir, una niña torturada y violada, hecho sin duda terrible, deleznable e inaceptable desde cualquier punto de vista, excepto, claro, de la industria del porno y de los espectadores que se excitan con tamaña atrocidad.

Pero también comentábamos, con gran preocupación, algo de lo que venimos advirtiendo desde hace muchos años: el porno es una de las primeras fuentes de información sexual de nuestros niños y jóvenes. Estamos haciendo una generación de niños pornográficos -ya que cualquiera de ellos puede ver vídeos de esa índole e incluso mucho peores- y reivindicábamos, una vez más, una educación sexual profesional y científica, desde Primaria a la Universidad como una de las pocas iniciativas que tenemos. Y que, en casa, los padres y madres hablen de todo esto y capaciten a sus pequeños/as en los riesgos sexuales de Internet. Pues bien, ese post ha tenido en pocos días cerca de 9.000 visitas, lo que indica varias cosas, ente ellas que la pornografía interesa sobremanera. El sexo interesa a casi todo el mundo. Y la dura pelea en torno a quien tiene el poder de transmisión de los conocimientos en esta materia se libra en Internet y, está claro, quien está ganando la batalla: la industria del porno, arrogante, que está ahí con un poderío indiscutible, incontrolable y con escasa competencia. Y nosotros aquí, incautos, discutiendo todavía la necesidad de la educación sexual. Y los propietarios y accionistas de las productoras de cine porno, frotándose las manos.

Internet ha provocado cambios espectaculares en nuestras vidas, pero también va a ser la matriz en donde se inician y mantienen no pocas adicciones: al móvil, al juego de apuestas online, al consumo patológico o al porno y que van a dar trabajo a un batallón de psicólogos en los próximos años. De eso no tengo ninguna duda. Como suele acontecer, las familias más desfavorecidas serán las que mayor sufrimiento tengan que soportar.

Cualquier niño con un móvil en su mano puede acceder, sin ninguna dificultad ni control, a todo tipo de películas porno, las 24 horas del día, los 365 días al año de manera gratuita. Barra libre.

Sabemos que el porno es una de las principales fuentes de información sexual de nuestros chicos y jóvenes, transmisor no solo de cierto tipo de conocimientos sesgados, embustes y decenas de mitos; sino también de un modelo de comportamiento sexual que cabría esperar de un chico y una chica en esas circunstancias. Muchos chavales antes de haber dado un beso ya han visto escenas de esa naturaleza y algunos otros se jactan de ser expertos en conductas sexuales pornográficas.

Teniendo en cuenta que, en España, según diferentes estudios algunos niños ya acceden al porno a partir de los ocho años, no es difícil imaginar qué idea, qué visión de la sexualidad, de la mujer y de las relaciones sexuales y afectivas entre las personas se va a ir configurando en su cerebro, esencialmente plástico y abierto a todo lo novedoso que proviene del exterior y también cómo no al sexo, motivación fundamental en todos los seres humanos.

Hay quienes todavía no son capaces de entender el incremento de agresiones sexuales a mujeres, incluso de grupos de chicos menores a niñas. El consumir porno violento a menudo, en ausencia de una educación que incluya informaciones rigurosas que contraste con la que ya tienen, es un factor. Hay muchos más, pero éste, a nuestro entender, es muy importante.

Hay un primer equívoco que tenemos que resolver ya. Cuando se habla de pornografía, cada cual entiende una cosa diferente y todo se mete en el mismo saco. Hay muchos tipos de películas sexuales y que, nosotros, a efectos didácticos en este artículo, resumimos en tres: películas eróticas, películas pornográficas y películas pornoviolentas. Esto de la pornoviolencia es una propuesta nuestra que esperamos tenga su interés y ojalá se generalice. Hace referencia a todo tipo de películas desagradables, agresivas, que repugnan, ofenden y son insoportables, porque reflejan comportamientos patológicos, inaceptables desde todo punto de vista, como el de la tortura que citábamos al comienzo. Conocemos que este tipo de vídeos horribles, también excitan a algunas personas y, esa circunstancia, por sí misma, ya debería ser motivo de consulta psicológica profesional, ya que para nosotros es una señal de alarma.

Bueno, pues la pornoviolencia, debería ser inmediatamente regulada al menos como ocurre con la pornografía infantil: ser considerada delito tanto su producción como su distribución.

Mientras tanto, ¿qué pueden hacer los padres y madres sensibles a este grave problema? Capacitar a sus hijos e hijas para que sepan afrontar con éxito los riesgos sexuales que conlleva Internet y de los que el consumo porno es uno de los más destacados. A sus hijos también les va a pasar tarde o temprano. Les guste o no. Quieran o no reconocerlo. Sean de derechas o de izquierdas. No veo otra alternativa. Y ya vamos tardados.