El Gobierno Vasco se ha fijado como objetivo que esta parte de Euskadi sea un territorio neutro en carbono para el año 2050, es decir, lograr un equilibrio entre las fuentes y los sumideros de CO2. Este objetivo nos lleva a plantearnos un reto monumental para los próximos años pero, a su vez, la acción energético-climática es también una ventana de oportunidades. El cambio climático es una cuestión de ciencia, no de creencia: el último Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático señala que limitar el calentamiento a 1,5°C es todavía posible pero, eso sí, requiere de una serie de medidas sin precedentes. Los próximos 10 años son cruciales. Los riesgos relacionados con el clima para el crecimiento económico, la salud, la seguridad alimentaria o el suministro de agua aumentan exponencialmente en el escenario de un calentamiento global de 2°C. Y debemos tener muy presente que la actual tendencia global nos llevaría a los 3ºC. En palabras del Secretario General de la ONU, "el cambio climático avanza más deprisa que nosotros y debemos escuchar a los mejores científicos de la Tierra".

El cambio climático ya está afectando a nuestra salud. Cerca del 20% de los condicionantes de la salud de cada persona depende de los aspectos ambientales. La Organización Mundial de la Salud confirma que el calentamiento global está ya afectando a la salud pública, siendo los niños particularmente vulnerables, y que existe evidencia de que enfermedades degenerativas como el alzheimer tienen relación con la exposición a partículas contaminantes. Según estimaciones de la OMS, si se ejecutaran los compromisos del Acuerdo de París se podría salvar, cada año, la vida de más de un millón de personas. Otro de los aspectos que cada vez en mayor medida va a impactar en los sistemas de salud -también en el nuestro- son los masivos desplazamientos de personas empujadas a emigrar por los desastres naturales. Según la ONU el cambio climático es una de las principales causas del aumento del hambre en el mundo. En 2018 fueron 17 millones las personas desplazadas y, según las previsiones, estas migraciones climáticas van a ser cada vez mayores. Extrapolando las previsiones a Euskadi, la reducción de riesgos para la salud asociada a los contaminantes atmosféricos vendría a evitar unos 30 millones de euros al año. De modo que, actuar contra el cambio climático también sale rentable económicamente, aunque, sin duda, la muy principal rentabilidad de la lucha contra el cambio climático sea social.

Cada día somos, y debemos serlo, más conscientes de la amenaza a todos los niveles que supone para todos el cambio climático. Acabamos de ver los estragos que Gloria -alguien debiera pensar mejor estos nombres- ha causado en Catalunya y en el sureste español. Ya no es una peligro más o menos etéreo o alejado, sino real y dramático. Pero también podemos, y debemos, interpretar que la lucha contra el cambio climático es una oportunidad para la economía vasca, porque verlo así nos ayudará a ser más efectivos en el logro de nuestro objetivo. Por un lado, la Comisión Europea ha hecho pública su intención de que Europa sea el primer continente neutro en carbono y ha anunciado que va a crear un Plan de Inversión Sostenible y un Fondo de Transición Justo. Su principal herramienta estratégica es el llamado Pacto Verde Europeo presentado en diciembre de 2019. Durante los próximos siete años el 25% de todo el presupuesto de la Comisión se dirigirá a la acción por el clima. En la misma línea, el Banco Europeo de Inversiones quiere convertirse en un "banco climático" y se ha marcado como objetivo eliminar el apoyo que aún hoy se presta a los combustibles fósiles y dedicar el 50% de su financiación a la acción en favor del clima. Por ejemplo, ha financiado ya la compra de 254 autobuses eléctricos e híbridos para el área metropolitana de Barcelona. Euskadi, estando, como está, posicionada entre los países líderes en acción público-privada por el clima, presenta una clara ventaja competitiva para aprovechar la financiación europea que se vaya a invertir durante los próximos años.

Además, debemos tener en cuenta que el 80% de las exportaciones de las empresas vascas se dirigen a países con altos requerimientos de regulación climática. Tres países han establecido el objetivo de neutralidad climática por ley: Suecia para 2045, y Francia y el Reino Unido para 2050. Si los diversos sectores empresariales y tecnológicos vascos se alinean con esta clave del cambio climático y la transición energética los apoyos económicos europeos serán muy significativos, principalmente en innovación, investigación, infraestructuras, vivienda y formación. Resultará crucial la cooperación entre clusters y administración pública con el fin de prepararnos para abordar lo que se vienen a llamar "oportunidades climáticas". Además, debemos ser capaces de hacerlo porque el axioma "sin ecología no hay economía" es tan cierto como el propio cambio climático. Se calcula que las regiones europeas, es decir, los ámbitos que, como todavía Euskadi, no disponen de estructura de Estado, impulsan y gestionan por encima del 80% de las actuaciones vinculadas a hacer frente al cambio climático. No está de más recordar que más de 50 municipios vascos ya están actuando en materia de energía y clima en clave de oportunidad y rentabilidad económica, social y ambiental.

Un ejemplo concreto de oportunidad para nuestro empleo es la Estrategia De la granja a la mesa sobre alimentos sostenibles prevista para el año 2020 dentro del Pacto Verde Europeo. Europa señala que debemos preservar el irreemplazable trabajo que realiza el sector primario más próximo para proporcionarnos alimentos nutritivos, asequibles y seguros. Este objetivo sólo es posible en la medida en que nuestros baserritarras puedan ganarse la vida dignamente para sus familias. Nuestras zonas rurales, destaca la Comisión, son el tejido de nuestra sociedad y el corazón de nuestra economía. Desde luego, son una parte esencial de nuestra identidad y de nuestro potencial económico, de modo que que estamos obligados a preservar nuestras áreas rurales y a invertir en su futuro, poniendo así en valor el mundo rural por su aportación al medio ambiente y a la economía. En este sentido, también es interesante mencionar el esfuerzo del Gobierno Vasco para impulsar la bioeconomía forestal, partiendo del hecho de que los bosques son, en sí mismos, sumideros de carbono, pero yendo más allá, con programas de desarrollo tecnológico para aplicar la madera, un recurso sostenible y renovable, en usos sustitutivos del petróleo. De este modo, se está trabajando en la producción de tejidos basados en celulosa o en el desarrollo de polímeros a partir de la lignocelulosa.

En encuestas recientes la ciudadanía vasca señala la gestión ante el cambio climático como tercer objetivo prioritario para el Gobierno Vasco. Hace solamente una década este objetivo ni tan siquiera era mencionado. Ahora, el presupuesto en materia climática ronda los 85 millones de euros y las medidas planteadas reducen la factura energética en 55 millones, generan otros 57 de actividad económica y crean más de 1.000 empleos. Sin duda esta inversión ayuda a mejorar tanto la salud de la población como la competitividad de nuestras empresas. Las acciones de mitigación climática son inexcusables y, además, sus beneficios son relevantes. En palabras del lehendakari, el cambio climático "no es una moda", sino "uno de los retos más urgentes y complejos" que nos incumbe "a todos". Es una necesidad y una oportunidad. La sostenibilidad es hoy un pilar fundamental de la estrategia política de Euskadi.