a comenzado la cuenta atrás para las elecciones forales y municipales, que se celebrarán en la primavera del año que viene. Los comicios locales son una reválida para los partidos, obligados a elaborar decenas de listas con cientos de nombres, lo que no es una tarea fácil cuando la política no atraviesa su mejor época. Pese a ello, son los ayuntamientos donde la política se hace más cercana al ciudadano, donde se plantean los asuntos que más inciden en el día a día de la gente y donde la desafección social es menor. En este sentido, no solo es la maquinaria de los partidos la que se ha puesto en marcha; otros colectivos y organizaciones ya fijan su mirada en las municipales para sembrar el camino hasta ese día con sus reivindicaciones y aspiraciones. Recientemente, se ha celebrado una manifestación en Donostia apoyada por más de una decena de entidades para poner en cuestión el modelo que el Ayuntamiento estaría implantando, basado en vivienda cara y turistificación. Pero creo que el deseo oculto de la protesta y de las que vendrán no es tanto un cambio de modelo como de gobierno, que puede parecer lo mismo pero no lo es. El modelo de ciudad que tenemos no deja de ser un resumen de todo lo moldeado durante las últimas décadas, tarea en la que han participado de una manera o de otra todos los partidos que están representados en el Pleno, incluidos los que orbitan en torno a los convocantes de la citada marcha de protesta. l