essfit, Abdoulaye, Yaya y Sohaibo son tan solo algunos de los nombres de la decena de fallecidos en la muga durante el último año y medio. Un repaso al listado de jóvenes que se han quedado en el camino provoca un profundo sentimiento de injusticia. En primer lugar, porque estos trágicos desenlaces son evitables. Cualquiera de nosotros hemos podido atravesar el paso fronterizo sin ningún problema en infinidad de ocasiones. Si estas personas en el último suspiro de sus rutas migratorias, siempre tan penosas, tratan de alcanzar a nado el otro lado de la muga es porque persisten los controles selectivos en las fronteras interiores de la UE. La actuación de la policía francesa en el paso fronterizo de Irun es uno de los mayores exponentes de la legislación de fronteras en el espacio Schengen, algo que está erosionando lo que había sido aclamado como un hito de la integración europea tras la Segunda Guerra Mundial. Y las consecuencias son bien conocidas. Al contador de muertes se suma ahora Abderraman Bas, un joven guineano de 25 años cuyo cadáver fue rescatado el sábado del río Bidasoa. Las elecciones legislativas galas, casi dos meses después de las presidenciales, deberían suponer un punto de inflexión a la hora de atender la demanda de corredores seguros de las instituciones vascas. l