a derecha y los poderosos medios que la apoyan se frotan las manos con la perspectiva de que la victoria que se da por segura del PP en las elecciones de hoy en Andalucía va a levantar una ola que barrerá a Sánchez y con él, como les gusta decir, al comunismo, al nacionalismo, al separatismo y al terrorismo que le apoya. Que en este viaje hasta la Moncloa el PP necesite del apoyo de la ultraderecha es un trago que hace tiempo dejó de provocar náuseas. Vox ya es aliado en el Ejecutivo de Castilla y León y el terreno está preparado para que también lo sea en Andalucía. Y desde Sevilla, el salto a Madrid no es tan grande, pese a que es una suma que deberá superar la prueba del algodón europeo, más fácil de disimular en una comunidad autónoma. Por supuesto, en campaña la apelación ha sido al voto útil en busca de esa mayoría absoluta que las encuestas no pronostican. Pero no hay que perder de vista que fue el propio Moreno Bonilla el primero que dio barniz institucional a la extrema derecha cuando se valió de sus votos para alcanzar la Presidencia a cambio de asumir parte del ideario de Vox. Si los hubo, ahora no hay escrúpulos. La perspectiva desde Euskadi es inquietante. Precisamente, ese escenario es el que ha permitido al actual Ejecutivo español Gobernar como lo ha hecho porque sabe que ahora mismo no existe otra alternativa a la suya. El problema es que este gobierno presenta tantas vías de agua que cuesta imaginarlo llegando a flote a final de la legislatura.l