l Gobierno francés de Macron decidió hace ya muchos meses, con el pretexto del covid, instalar controles permanentes en la muga, pasándose el Tratado de Schengen por el Arco del Triunfo. Superado lo peor de la pandemia, la vigilancia policial no ha cesado porque el objetivo no era controlar que el virus cruzara al otro lado del Bidasoa sino impedir el paso de las personas migrantes. Durante este tiempo he atravesado la muga decenas de veces y de diferentes maneras: en coche, en bici, corriendo, paseando... Jamás me han pedido la documentación. Soy blanco y europeo. Con ese salvoconducto es suficiente. Si eres negro y africano, se levanta un muro que ni Trump. La política antiinmigración de Macron no solo es visible en la muga. Hace unos días, Irene Ithursarri denunció el comportamiento racista de la Policía gala en Baiona. Ithursarri es madre de una menor de 16 años de raza negra. Su hija caminaba unos metros por delante de ella, cerca del centro de acogida Pausa, y fue retenida por varios gendarmes. Tuvieron que desplazarse hasta el lugar el mismísimo alcalde de Baiona, Jean-René Etchegaray, y un abogado de la familia para que el asunto no fuera a mayores. Racismo puro y duro en el país que abandera el lema de libertad, igualdad y fraternidad.