l propio Macron reconoció el domingo que recibió muchos votos que no le pertenecían y, además de agradecerlos, avanzó que su victoria tratará de servir como un dique de contención contra una ultraderecha que asusta a una parte de Europa. "¡Uuufff!", se escuchó de un lado a otro de la Unión Europea. De hecho, y en contra de la prudencia que se aconseja en estos casos, el canciller alemán, Olaf Scholz, se precipitó a felicitar al reelegido presidente francés sin esperar a los resultados oficiales. Pero el discurso de Le Pen ha conquistado a muchos franceses, y no precisamente a los teóricos derechistas de clases acomodadas sino a los colectivos más populares o, dicho más sencillamente, más pobres. Y obviamente, en los países suele haber más pobres que ricos o sea que todos los que quieran batir a la ultraderecha tendrán que tomar nota de por dónde van los malestares sociales. La marea ultra se extiende poco a poco, como una balsa de aceite, y sus papeletas han sido el 42%. Un porcentaje de votos contra Macron, que han perdido contra el 58% de votos contra Le Pen. Una diferencia menor que hace cinco años. Si la República en Marcha del renovado dirigente quiere ejercer de dique tendrá que empezar por reparar sus grietas y reforzarlo para que más gente se pueda subir a él.