l dato, que se dio a conocer hace dos semanas, pasó inadvertido entre los ecos de la guerra y su impacto en el precio de la luz, el gas y la gasolina. Desde luego, nada que ver con la sacudida social que provocaban los desahucios en el contexto de la crisis de 2008, cuando miles de personas fueron arrojadas a la intemperie porque no podían pagar las cuotas de aquellas hipotecas que se vendían como si fueran gangas en tiempo de rebajas. Según datos del Consejo General del Poder Judicial, el año pasado se registraron en Euskadi 863 desahucios, una cifra que representa un incremento del 29% nada menos, en su gran mayoría por impagos en el alquiler. Pero estos datos no son más que números fríos que enmascaran el drama que supone ser despojado de tu hogar, dejándote en la calle con lo puesto. Es lo que ha vuelto a ocurrir esta semana, en este caso en un edificio de la avenida Ategorrieta del barrio donostiarra de Gros. Iñaki y Rosa Mari son una pareja donostiarra que llevaba viviendo más de veinte años en este piso y pese a los esfuerzos por detener el lanzamiento, incluidas gestiones personales del alcalde, todo ha resultado en vano ante el insaciable apetito del fondo inmobiliario. El fondo, cuyas nuevas exigencias del arrendamiento amenazan con la expulsión a otra decena de inquilinos del mismo bloque, se ofende por el apelativo de buitre con el que se conoce a su conducta. Qué otra cosa se puede entender del aprovechamiento que hace en su propio beneficio de los despojos de las crisis.