n paseo por el Centro de Donostia en época de rebajas deja claro que ir de compras, o de visita a las tiendas, es una actividad muy atractiva, que resiste a las restricciones del covid. Las tiendas se llenan de gente y el revoloteo de prendas de mano a mano, y de mano al suelo, es una constante, que obliga a las dependientas a estar todo el rato recogiendo camisas, jerseys y demás piezas. Pero lo que está claro, además, es que gran parte de lo que se pone a la venta no son propiamente rebajas, o sea ropa con un precio inferior al que tenía hace dos meses. Muchas prendas que llenan los comercios en esta temporada de saldos parecen haber viajado para la ocasión desde almacenes de cualquier parte del mundo. Muchas son feas, con los tejidos menos agradables y mal hechas. Eso sí, son muy económicas. Son los restos de las macrogranjas internacionales de la moda que tienen tales cantidades de sobras que, como no pueden hacer croquetas con ellas, las colocan allí donde pueden a ver si picamos. Y, por lo visto sí. En vez de comprarnos una camisa negra de manga larga, que es lo que queríamos, nos vamos con media docena de camisetas hipereconómicas. Pero seguirán sobrando y retornarán a alguna tienda de otro continente. O directamente a la basura.