s muy curioso que el mismo país que ha inventado la flema británica sea el que también ha dado a conocer los hooligans más irrespetuosos del mundo deportivo. Los contrastes forman parte de nuestra personalidad sociológica y así lo demuestra el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, que por las mañanas se despeina en el baño, cuando los demás se peinan, y ostenta el poder en ese gran país, ordenando unas reglas para la plebe que no rigen para él. Parece que los británicos empiezan a mosquearse con su premier, que incluso tiene un armarito para mantener el vino a buena temperatura en esas fiestas que, según ha dicho, él creía que eran reuniones de trabajo. Un argumento peregrino a más no poder. Pero los británicos, flemáticos y hooligans, parece que están empezando a hartarse de las trolas de su dirigente y el otro día unas cuantas decenas de hombres vestidos como él y con caretas de su rostro protagonizaron un baile junto a la puerta de Downing Street. Me pareció que el bailoteo, por su carga simbólica, podría considerarse una performance y exponerse en un museo. Era cachondearse del primer ministro a la cara, algo que no le augura mucho futuro. Como cuando Vaya Semanita empezó a reírse de ETA.