ay gente que viaja mucho y otros que no, aunque no por falta de ganas. Me coloco entre los segundos y me consuelo pensando que somos legión. "Mal de muchos, consuelo de tontos", dice el refrán y, aunque sea verdad, hay que buscar trucos para no rabiar. Con el covid, sus confinamientos y restricciones, los programas de televisión de viajeros en moto o tren, vascos por el mundo, aventureros, etc... nos abren unas ventanas que sirven como sucedáneo de baja calidad, pero algo es algo. Si no hay café, achicoria, como en tiempos de escasez. En los últimos tiempos fui interesándome por países del antiguo bloque soviético y de la ruta de la seda. El silencio que hemos tenido sobre lo que sucedía al otro lado del telón de acero nos hace más intensa la sorpresa sobre lo desconocido. Y Kazajistán me encandiló. A los aficionados al ciclismo ya les sonaba el país por el equipo Astana, el nombre de su capital. Pero en 2019 se lo cambiaron por Nursultán, en honor del gobernante que mandó durante 30 años. Estos días vemos las revueltas en el país, riquísimo por sus materias primas como el gas pero no tanto para las clases populares. Más de la mitad de la población vive en zonas rurales y nada tiene que ver con el lujo moderno de los rascacielos de su capital, un reclamo turístico que me había engañado.