unque nunca he estado en La Palma ni conozco a nadie de allí, me ha dado una alegría saber que el volcán lleva unos días mudo. Y también que en Legazpi celebrasen un concierto en solidaridad con la isla castigada por la lava. Pero hay que buscar mucho para encontrar buenas noticias porque la situación general es triste. No solo es penosa para la hostelería y el comercio, como se lamentan los profesionales, sino para cualquier persona que trate de llevar una vida que se quiera acercar a cierta normalidad, incluso con la anormalidad de cumplir sin rechistar con las limitaciones sanitarias. Todo lo bueno que puede suceder no se puede celebrar porque todo está tapado por el covid, como la lava tapa las casitas de colores de La Palma. No sé si a cada uno nos saldrá un pegote de malestar añadido, como las fajanas del volcán, pero parece que el debate público sobre la salud mental, antes asunto para hablar en voz baja, tiene que ver con este virus, al que tenemos que combatir como podamos. Y con alegría, a poder ser. Buscándola debajo de las piedras. Un bebé que nace, alguien que se cura de cualquier enfermedad o el pintxo de txistorra que nos comeremos hoy, ya sea en un bar o en casa, aunque no haya feria de Santo Tomás.