l anuncio cargado de buenas intenciones del Ayuntamiento de Donostia de cerrar el Centro de la ciudad al tráfico privado allá por 2024 o cuando el Topo abra nuevas madrigueras por allí, y se pueda llegar por superficie y subsuelo en transporte público, ha disparado los mensajes catastrofistas que anuncian el fin del comercio, la hostelería y hasta de La Concha, y que se parecen demasiado a las predicciones fallidas de que, al peatonalizar varias calles del Centro, Donostia se convertiría en una ciudad-dónut, vacía por dentro, y rodeada de coches, alboroto y alegría alrededor. No ha sido así. Algo similar ocurrió también con la construcción de bidegorris, los actuales cortes de tráfico por obras de larga duración, pero también ha pasado y pasará con cualquier mínima variación que importune al animal de costumbres que es el ser humano. La ciudad sin tráfico privado es una magnífica idea que hoy suena a utopía porque colisiona con la necesidad de acceder a los parkings del Centro, porque requiere una potentísima inversión en transporte público (con mayor frecuencia, horarios más amplios y menor precio) y pasa por habilitar aparcamientos disuasorios y prácticos en las afueras, una mayor concienciación y menos mensajes catastrofistas. Y hay poco tiempo para conseguir tanto, aunque todos sabemos que acabará llegando y nos parecerá tan bien como el bidegorri o las calles peatonales que ahora disfrutamos.