esconocíamos esa faceta suya, pero Imanol ha demostrado manejarse encima de la tabla como nadie. Ha cogido la ola buena y no la quiere soltar, como lo está demostrando partido tras partido desde que la Real volvió de vacío del Camp Nou (16 encuentros sin perder entre Liga y Europa, con un balance de nueve victorias y siete empates, racha que no enlazaba desde la temporada 2002-03). Razón por la que se puede considerar al oriotarra, que prefirió echarse a un lado (en un ejercicio de gran honradez) hasta sentirse mejor preparado cuando cumplió su cometido en la primera oportunidad que le concedió Olabe, como uno de los mejores entrenadores de la Liga, si no el mejor. ¿Su aval? Es el que más ha evolucionado; se desenvuelve con acierto cuando tiene que echar mano de la pizarra, sabe interpretar cada fase del partido, no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones, maravilla en su gestión del vestuario... En definitiva, no le quema el banquillo pese a aquellas primeras dudas que se vislumbraron en la planta noble de Anoeta, y se ha erigido en el mejor embajador del club. Además, su conexión con la afición es total. Y, lo más importante de todo, no le pesa el liderato. Vendrán tiempos peores, claro, pero la Real está ahora en la cresta de la ola y quién mejor que Imanol para surfearla.