ía de lluvia. Toca subir al autobús lleno de gente, igual que antes de la pandemia. 12.30 horas, quizás sea el momento de las compras, no de los estudiantes, pero el 90% de los viajeros son mujeres y de ellas, más de la mitad sube al autobús llena de bolsas. Con verduras, con paquetes del supermercado, con pescado... Las que pueden sentarse ya lo han hecho y las demás se agarran a las barras del vehículo, con sus bolsas colgando de los brazos y los bolsos en bandolera. Como otras veces, me viene a la cabeza que la mujer es la principalísima usuaria del transporte público y, aunque alguna vez vemos algún varón con las compras dentro del autobús, son pocos. Algunas, además, no nos contentamos con bolsos pequeños. En mi caso, me tienen que caber las llaves, la cartera, el móvil, la grabadora, el cuaderno, la agenda de teléfonos, la agenda por días, las gafas, el gel, la mascarilla y a veces el túper. No me atrevo a pesar el bolso. Por su parte, algunos de mis compañeros masculinos abandonan la redacción para hacer una entrevista con la única compañía de un cuaderno. ¿Cómo se las arreglan? Es un secreto. Pregunto a alguno. Sonríe y no suelta prenda. ¡Claro! Llevan todos los bártulos en el coche.