jipláticos, sin dar crédito, hemos visto las increíbles imágenes de cientos de afganos desesperados por huir de su país hasta el punto de perder su vida. Nadie cree en el nuevo discurso talibán, excepto Trump y Biden. Una vez más EEUU ha demostrado que, salvo su ombligo, poco más importa allende sus fronteras. Veinte años de presencia militar y miles de millones de dólares gastados en seguridad se resumen en Osama muerto y un país que despierta de una pesadilla para verse en el infierno. La culpa es de los afganos, recalca el presidente estadounidense. No de un país que armó a los talibanes para ajustar cuentas con los soviéticos y que luego declaró la guerra a esos mismos talibanes por dar guarida al enemigo público número 1 de América: Bin Laden. Y, ahora, USA lo ha vuelto a hacer. Armando a la población civil y formando un ejército que se ha demostrado inexistente frente al avance talibán. Allá se las arreglen ellos, piensa ahora Biden. Estos días me he acordado de las protagonistas de un documental sobre deportistas en Kabul. Raras avis que luchan contra una sociedad donde la libertad de la mujer se vende a precio de dote nupcial. Ellas, de hecho, ni siquiera han corrido tras los aviones del aeropuerto (Suena de fondo Khandahar Khandahar, single con letra de dos niñas afganas grabado en The Calais Sessions: "...soy libre como un pájaro...")