A poco más de un mes de que comience el Festival de Cine, la polémica se ha adueñado de su actualidad tras anunciar la dirección que Johnny Depp recibirá el Premio Donostia a su carrera cinematográfica, lo que nadie discute pero sí la idoneidad del reconocimiento en un momento en el que se encuentra envuelto en un proceso judicial con su exmujer, del que se han publicado informaciones que hablan de maltrato físico reiterado. Como no conozco el caso, doy por buenas las explicaciones del Zinemaldia y comparto su defensa de la presunción de inocencia en unos tiempos en los que arruinar una reputación es tan fácil como un golpe de click. No obstante, el asunto sí da pie a reflexionar sobre premios, honores y galardones varios. En este debate que nos brinda la polémica de Depp se corre el riesgo de mezclar diversos tipos de premio. Mientras están los que responden a un modelo competitivo en el que obras o habilidades de cualquier clase compiten a partir de unas reglas que resuelve un jurado, hay otros que tienen un carácter honorífico, es decir, son arbitrarios y sirven a los que los conceden para proyectar su imagen a través del prestigio del premiado. En estos casos, esa práctica de saber separar al autor de su obra funciona hasta que se cruzan las rayas rojas. Y cada institución tiene las suyas. En 2021, en Euskadi, la violencia contra las mujeres es una raya roja.