o me gusta conducir de noche. Procuro recorrer solo distancias cortas bajo la noche cerrada, nada de salidas viajeras. No me gusta dormir por el día para conducir de noche, y prefiero adelantar o retrasar la salida, porque nunca he sido de llegar el primero a ninguna parte y tampoco me considero tan imprescindible como para apurar mi presencia hasta el final de nada. Una vez, conduciendo de noche, me topé con un sofá grandote tirado en mitad de la autopista, que a duras penas conseguí esquivar. Lo de que era un sofá me lo aclaró la Ertzaintza, que sospechaba que se habría caído de algún camión. Yo apenas distinguí un bulto oscuro en mitad de la autopista. Pero desde entonces, siempre conduzco pensando que puede haber cualquier obstáculo en la carretera cuando antes siempre presuponía que allí donde no llegan a iluminar las llamadas luces cortas, siempre habrá una carretera despejada. Y no siempre es así. Ayer me acordé del sofá porque al volver a casa, ya de noche, sin apenas tráfico en mi carril, en el otro sentido decenas, centenares de coches salían huyendo hacia su destino vacacional con nocturnidad, mucha prisa y casi pegados unos a otros, sin tiempo a reaccionar si hay un obstáculo en el camino. Feliz viaje y vuelvan todos a salvo.