mí esto de pagar 23 millones de euros para que te paseen diez minutos en cohete en un subir y bajar a toda velocidad me suena a feria de parque de atracciones: es muy caro y dura poco. Sí, te lo pasas bien y gritas mucho y siempre te queda la dudilla de que igual todo se va al carajo con la gente de abajo mirando y grabándote en vídeo con el móvil para que luego salgas en el telediario. Son los caprichitos de los nuevos ricos, uno paga una multimillonada por ser el primero en subir, el otro paga multimillonada y media, pero sube un poco más, y el tercero sigue con lo suyo que, como el coche eléctrico, va tarde. Y como ocurre con todo lo que suena a peligroso, los primeros que se han subido a los locos cacharros son los dueños para vender la moto de que cuando se cree la línea turística cohete-p'arriba-cohete-p'abajo-sin-escalas-ni destino, será seguro, aunque te vengan a la memoria los orgullosos pioneros de la aviación que creían que surcaríamos los cielos en zepelín. Que la bajada de bandera de este cacharro salga tan cara y que ni te lleve a la Luna, mientras nos venden la milonga de que en breve tendremos una segunda residencia en Marte, suena a chiste. Igual tenían que haber esperado un poco y destinar la pasta a acabar con la pandemia. Pero claro, para entonces, igual el postureo había pasado de moda. Pobres niños ricos.