a inercia de tantos meses obligados a salir de casa con la mascarilla puesta parece que se ha impuesto al fin de la obligación. Por despiste o por prudencia, lo cierto es que todavía ayer mucha gente, me pareció que más entre la población vacunada que entre los más jóvenes, no se fía del todo del nuevo grado de libertad que nos han brindado las autoridades en esta nueva era de la pandemia. Lo ocurrido con los estudiantes que han viajado a Mallorca es la mejor advertencia de que la epidemia sigue muy viva y de lo que no hay que hacer para seguir dándole carrete al covid. Más de la mitad de los vascos sigue sin estar completamente inmunizado por lo que el riesgo permanece, aunque es verdad que la letalidad y las consecuencias más graves sobre la salud van disminuyendo a medida que la vacunación avanza, cada vez a mayor velocidad. En cualquier caso, esta es la hora de la ciudadanía. Después de muchos meses viviendo bajo las severas restricciones que nos iban imponiendo los expertos y los políticos, medidas que tantas críticas han merecido con mayor o menor justicia, entramos en verano con un nivel de libertad, pero sobre todo, con unas expectativas de normalización que se iran afianzando si actuamos con la responsabilidad que requiere este escenario. La fórmula no tiene misterio, así que no hay excusas.