ues una tiene la manía, más bien ya la necesidad (por eso de los olvidos) de hacer listas. Algunas las escribo en soporte papel, como la de la compra o la de las cosas que hay que llevar a un viaje, que espero volver a hacer pronto. Pero hay otras que, por inconfesables, me las guardo a buen recaudo en la cabeza. Les pongo un ejemplo. Tengo un singular ranking de personas famosas a las que no soporto. En alguna ocasión he compartido mis fobias con alguna amiga y a veces coincide. No les voy a contar más de esta lista por razones obvias. Hay otra lista que empecé a hacer por chula. Se me ocurrió decir que no tenía manías y ante las risas de los de casa empecé a pensar y, ¡mira por donde!, tengo unas cuantas. No puedo dormir si veo el armario abierto, no soporto que se dejen los botes en la ducha sin cerrar o que no se lleven al cubo de reciclaje cuando se llenan, no me gusta que al salir de casa los almohadones del sofá estén desordenados y no consiento que nadie deje la cama sin hacer al irse, por ahí no paso. Otra lista que tengo es la de las actitudes que me ponen de mala leche, pero esa cambia con el tiempo, efectos de la edad. Una de las cosas que no aguanto es que la gente hable por teléfono a gritos y bajándose la mascarilla. Ahora solo me podrá molestar que griten.