hora sí que hemos entrado en una nueva fase de la pandemia. El fin de las restricciones más exigentes y la aceleración de la campaña de vacunación parecen el preámbulo de la normalidad perdida, aunque todavía sea muy dificil ponerle una fecha en el calendario. Desde esta medianoche, vamos a tener la sensación de que lo peor ya ha quedado atrás y de que al amparo de la nueva libertad recuperada nuestra conducta se puede parecer más a la del futuro deseado que a la del pasado proscrito. Pero es una falsa impresión y una trampa si confundimos la situación epidemiológica real con el escenario inducido por una decisión política que han sancionado los jueces de manera incoherente y caótica. Cómo entender a la justicia cuando los responsables de aplicarla lo hacen de forma tan diferente ante las mismas situaciones y con las mismas herramientas legales. Admite Urkullu en una entrevista que próximamente publicará la revista Hermes que la clase política no ha estado a la altura de lo que exigía la pandemia. Lo cierto es que el coronavirus nos ha puesto a prueba a todos, individual y colectivamente, también a los jueces. Y pese a la tentación de parapetarse tras la clase política, la ciudadanía no comprende que se puedan negar a la CAV medidas que se autorizan a otras comunidades con índices mucho mejores que los nuestros. Toca una autocrítica judicial.