sí se llama un programa de televisión y eso, ni más ni menos, es lo que se ve. Varias horas de grabación con distintos barcos que zarpan a por langostas allá por Australia. Y ola va y ola viene, las nasas van llenándose del preciado marisco con algún susto por medio. Días malos y otros mejores, comentarios en cubierta y poco más. Pues miren ustedes, que me he ido aficionando. Llega una a casa con tanta información en la cabeza, con ese punto de angustia difícil de obviar en tiempos de covid, que lo que me apetece es no pensar. Y ahí me pongo delante de la tele, alegrándome cuando veo que la cesta sube llena de bichos. Y punto. No quiero más, necesito descansar. Llevando la contraria a mi admirado Luis Eduardo Aute, a veces el pensamiento puede y tiene que tomar asiento, incluso diría yo, tendría que tumbarse y echarse una buena siesta. No nos vendrían mal unas horas de barbecho mental para volver con ideas más frescas, menos podridas. Plantar en terrenos que hemos dejado descansar en vez de ir quemando tierra. Estamos cansadas, claro que sí, pues descansemos. Revoluciones basadas en romperse un pie para no ir andando poco valen. Vamos a ver cómo se cazan langostas en vez de pensar cómo hacemos para jorobar al prójimo. Nos levantaremos con menos rencor.