odos nos ponemos tontos a veces. Yo hace dos semanas me comprometí a gastar mucha más agua de lo habitual en la ducha de forma deliberada solo por fastidiar. Normalmente, el único fastidiado debería ser yo, cuando me llegue la factura, pero dejar correr el agua de forma gratuita, y hacerlo absolutamente convencido, es una de esas pequeñas revanchas sin sentido que nos tomamos cuando nos enfadamos. Me duró dos días. Ahora me doy cuenta de que últimamente me irrito más, que me tienen frito las redes sociales y que las reivindicaciones, sean del color que sean, y de la naturaleza que sean, tienden cada vez más hacia los extremos, posturas de máximos y la descalificación. Blancos y negros, sin matices. El integrismo como forma de vida. La gente se aguanta menos, somos más sectarios y las tendencias y opiniones se están convirtiendo en dogma. De ahí a la intolerancia, es cuesta abajo. Yo creo que nos falta mirarnos a los ojos, interactuar más y que en el cara a cara valemos más. Insultar y faltar a través de las redes es fácil. Solo hay que ser maleducado y sale gratis. Creo que el mal uso de la tecnología nos está convirtiendo en peores personas a todos y en monigotes a los políticos, víctimas de la demoscopia y el trending topic. Ya no creo que se deba al hastío por el virus. Es más grave.