orge Oteiza solía decir que la luz que se ve al final del túnel puede ser la de la salida pero también la del tren que viene de frente embalado para arrollarnos. Esa es la sensación que hemos tenido desde que la epidemia asomó hace un año en nuestras vidas. Una larga y oscura galería por la que hemos ido avanzando a tientas hasta que, en el horizonte, aparecía un pequeño haz de luz que descifrábamos como un signo de salida cuando en realidad era el ferrocarril que a toda velocidad y en sucesivas oleadas nos ha aplastado con sus vagones cargados de muerte, enfermedad y restricción. Pero creo que, esta vez sí, la luz que asoma a lo lejos conduce al final de esta pesadilla, aunque el recorrido hasta allí todavía será largo. Después de completar todo el ciclo de la vacunación, el viernes las residencias de mayores de Gipuzkoa pusieron el contador de los contagios a cero. El peaje que se ha pagado ha sido muy alto, como lo atestiguan los 322 fallecidos. Si para los residentes y las trabajadoras de estos centros comienza una nueva época, para el conjunto de la población supone un estímulo mientras aguardamos nuestro turno en la cola de la vacunación. Empachados de tanto covid, bienvenidas sean estas píldoras de optimismo.