i viene un amigo a casa ya no siempre toca el timbre del portal. A veces, llama por teléfono, ya que con la tarifa plana no cuesta dinero, o teclea un mensaje rápido. Pero el invento sigue siendo necesario. El cartero llega con una carta certificada, alguien manda flores por un cumpleaños o el repartidor del súper trae la compra. Y pueden entrar gracias a unos botones, que cada vez son más objeto de abuso. Estar muchas horas en casa permite descubrir el método que usan algunos operarios. Llaman a todos los timbres a la vez, cual gamberrete de 14 años en una tarde de domingo, a ver quién abre primero. Y si alguien lo hace, cuando una va detrás, ya ni contestan. Y esto puede suceder varias veces en un día, la mayoría para meter publicidad en los buzones. "Cartero comercial", dicen. Pues vale, abro, es su trabajo. Pero si nadie responde al "¿quién es?" molesta. Recientemente, tras varios timbrazos sin respuesta, anuncié por el interfono que no abriría si nadie contestaba. Al poco rato tuve que salir y ahí estaba una pareja de trabajadores de empresa telefónica. Al más joven le pedí un poco de fundamento. Al mayor no me atreví. Pero quién sabe quién de los dos le dio a todos los timbres a la vez, otro día más. Igual el de más edad era inventor del timbrazo general a dos manos para ahorrar tiempo.