iene la vida mucho de referencias equivocadas. De seguir la rueda que va a acabar en el precipicio y frenar antes de volar por encima del quitamiedos. Tiene la vida mucho de elegir caer en manos de una librera o un vendedor de discos que acierte con sus recomendaciones. Esas que enseñan de lo que va la vida y de lo que no va. Las que valen tras pasar tiempo navegando por cabotaje. Pegado a la costa sin perder de vista la tierra. A ciegas, como quien patina sobre hielo agarrado a la valla perimetral. Eso no es patinar, tampoco vivir, es otra cosa. Vivir es patinar al centro de la pista. La pista de hielo, pero también la de baile. Ambas patinan como la cubierta del barco bajo la tempestad en mitad del Atlántico. "¡No teníamos que haber tomado este rumbo...!". Tiene la vida mucho de errado. De rectificar sin convicción. De no rectificar pese a estar convencidos del error. De portales que solo valieron para una tarde lluviosa de domingo. No llegó a media tarde. Una de esas que Gipuzkoa se sumergía en otro drama mientras la Real volvía a naufragar en aquella Rosaleda de viento Sur ante un Málaga guitarrero, incómodo. Eso, al menos, ya no pasa. Tiene la vida mucho de bueno si se acierta al elegir las referencias. Saber cuál es la rueda a seguir. Esa que a veces hace falta toda una vida para reconocerla.