aya por delante que soy una vasca rara en lo climatológico. No me gustan ni la lluvia ni el frío y el otoño me entristece. Me encanta el sol y su alegría, abrir la persiana a las mañanas y dejar entrar esa luz que ciega, que carga las pilas. Pero optimista por naturaleza como soy, hay sábados en los que oír llover debajo de la mantita me da subidón. Este año voy a tener que reforzar mi lado positivo con el mantra "todo pasará, todo irá a mejor", debajo de la mantita. Estoy incluso pensando hacer una pequeña obra en casa para dejarla más txukuna por si retomamos la costumbre de cenar con algunos amigos, como cuando teníamos críos pequeños y huíamos de los restaurantes por miedo a ser denunciados por escándalo público. De momento, voy a comprar un par de manteles y dejar los de los lamparones para diario, aunque ahora que lo pienso la moda es comer sobre la mesa. Pues, mesa nueva. ¡Si mi padre levantara la cabeza! De momento, me tengo que acostumbrar a pasar de la sandalia a la bota, algo que siempre me resulta traumático. Este año lo primeros fríos más que al hueso me han llegado al tuétano, a lo más profundo de la tristeza. Igual también me compro una manta nueva y sigo con mi mantra al ritmo de la lluvia: "Todo pasará, todo irá a mejor".