ste periódico les ha informado esta semana de que las obras para construir la pasante del Topo por el centro de Donostia se han paralizado por culpa de una serie de contratiempos que exigen una importante modificación presupuestaria, por lo que es probable que haya que elaborar un nuevo concurso de adjudicación para acabar el tramo entre Miraconcha y Easo. Sin duda, es una mala noticia, porque la obra se va a encarecer y el plazo de ejecución se va a dilatar. Como era de esperar, las voces críticas arrecian de nuevo, renuevan las culpas hacia los responsables políticos y aprovechan los males para cargarse de argumentos. Ante cualquier proyecto se puede estar a favor o en contra; siempre hay razones para la defensa o el ataque. Más resbaladiza me parece la acusación que como un sambenito se pretende colgar a la pasante del Topo, en el sentido de que es innecesaria. Muchas veces, no se ven las necesidades hasta que se produce un cambio que provoca nuevas dinámicas, inexistentes bajo parámetros anteriores. La acusación más recurrente está hecha desde una mirada donostiacentrista, pero el proyecto adquiere otra dimensión si se alza la vista y se contempla desde una visión metropolitaba, que va desde Zarautz hasta Hendaia. Un metro que articulará la movilidad en una franja urbana en la que habita la mitad de la población guipuzcoana y que transportará a todos los jóvenes que viven en ella hasta las puertas de la universidad de forma directa, cómoda y eficiente.