n plena era de la comunicación instantánea, con una pandemia que está causando estragos, hay políticos aficionados al género epistolar, como si viviéramos en tiempos de los papiros. Pedro Sánchez pidió el pasado jueves una reunión a Isabel Díaz Ayuso por medio de una carta. Como no podía ser de otra manera, la presidenta de la Comunidad de Madrid respondió con otra misiva. Hablamos del siglo XXI. Es habitual que los gobernantes se crucen cartas, supongo que para que quede testimonio por escrito de tal o cual asunto, pero solicitar una cita a dos se resuelve con un telefonazo y, si me apuran, con un mensaje por WhatsApp. Más si la comunidad en la que resides o que gobiernas se encuentra en una emergencia sanitaria. Entre el envío de la carta, la respuesta y la posterior cita, en una escenografía más propia de un show de Trump (por aquello de la profusión de banderas), transcurrieron cinco días. En lugar de ser diligentes, hay políticos que se manejan como las diligencias del Lejano Oeste. Las prisas no son buenas consejeras, pero demorar asuntos que son prioritarios es desesperante, sobre todo para quien está a la espera de que la acción política se traduzca en hechos. Seis meses han tardado en poner dispensadores de hidrogel en el metro de Madrid. Poco más que apuntar.