stamos tan ricamente sentados en una terraza de Donostia. No nos hemos tenido que pegar con nadie ni esperar porque sobran los sitios. Hace una tarde ideal. Si no fuera porque todos tenemos que ir embozados. Nos han servido con una sonrisa tapada pero que se adivina en los ojos y empieza la charla. "A pesar de todo lo malo, vaya bien que estamos este verano, sin gente ni agobios", dice una. "Algo bueno hemos ganado de esta pandemia, que no hay turistas", dice otra. "Ya, pero este bar no existía antes del boom turístico. O sea que precisamente aquí no estaríamos", exclama la tercera. No nos damos cuenta, pero tenemos demasiado para elegir. Si el asunto sanitario sigue a peor, van a sobrar bares y muchos otros negocios. Está claro que la hostelería está peleando por mantener sus empleos y los que tienen terrazas pueden estar contentos, pero no somos tantos locales para tanta barra. Las calles peatonales se han convertido más que antes en calles hosteleras y vecinos y profesionales tratan de llevarse bien aunque algunas terrazas rodeen literalmente los bancos para sentarse. Algunos bares han cerrado pero otros ya hacen obras para abrir en su lugar. La hostelería sigue pareciendo un valor seguro. ¿Pero lo seguirá siendo en un mundo infectado?