o ha tenido que esperar mucho para conseguir la foto que venía buscando y hacerse un hueco que ni por implantación ni por votos merece en la campaña. Pero la cosa venía caliente del anterior fin de semana y a la tercera, en Sestao, Vox ya ha conseguido la sangre en territorio comanche gracias a un antifascismo de pocas luces. Y esto no ha hecho más que empezar. Que se nos pretenda hacer tragar con la idea de que ante esta cuadrilla de musculados de gimnasio, con su líder fumándose un habano en primera línea, como si emulara a aquel teniente de Apocalypse Now que se venía arriba con el olor a napalm por las mañanas, solo vale el cuerpo a cuerpo al grito de “¡No pasarán!” es creer que en este país el virus, además de toda la desgracia real que ha causado, ha desencandenado un proceso de amnesia colectiva por el que la gente ha olvidado en qué consiste este juego. El segundo capítulo de lo ocurrido el viernes en Sestao prosigue, el día después, con el señalamiento de la Ertzaintza y de Urkullu como responsables de todo lo ocurrido; qué casualidad, la misma conclusión a la que ha llegado Abascal, que anuncia querellas contra la policía vasca y el Gobierno Vasco. Por desgracia, nada de todo esto es nuevo en este país, pero la mayoría hace tiempo que dejó atrás esa pantalla.