uien más quien menos, a estas alturas del cautiverio todo el mundo comienza estar un poquito tocada del ala, con imprevisible resultado cuando abran la puerta de los corrales de este primaveral encierro. Ahora mismo nadie vislumbra nada, pero es indudable que cuando suene el cohete echaremos a correr hacia una nueva era, un cambio que viene para quedarse. Nada de esto aparecía en el libro de instrucciones, así que, ¡viva el arte de la improvisación! Aquello que venga, será fascinante para los valientes y amigos de las emociones fuertes, y un acojono para los segurolas a quienes les tiemblan las piernas en cuanto se altera en sus vidas una sola coma. El cambio no tiene por qué ser a peor, aunque haya que apretar los dientes en momentos puntuales. La vida es movimiento, y aunque este más bien ha sido un brusco meneo, algo renace al dar un paso hacia adelante. ¿Que añoras el confort? ¿Que tienes miedo? Pues a seguir viviendo, que el lamento y el victimismo son el subterfugio perfecto para no mirar hacia adentro, donde reside en cada uno de nosotros una energía tremenda que puede con mil pandemias. Se pueden hacer millones de cosas estas semanas sin necesidad de estar todo el santo día en el balcón, esperando al aplauso de las 20.00 horas y a que caiga el maná del cielo.